CARLOS CELIS
¿Así contestaba el teléfono Carlos Monsiváis? ¡Qué risa! El día que me sucedió no pude evitar acordarme de mi mejor amiga, porque ella contaba que Angélica María hacía algo similar. Mi amiga conocía a Angélica Vale y decía que cuando llamaba a su casa, Angélica María contestaba el teléfono imitando una voz “indígena”, tal vez para que creyeran que era la muchacha de la limpieza y así confundir a cualquier oportunista que pudiera estar llamando. #LOLTL
Hoy compartiré algunas anécdotas para todo aquel que ha pensado seriamente dejar el periodismo. Pero para no ponernos tan serios, quise empezar con humor. Es una regla básica para escribir, o por lo menos para escribir guiones de ficción, que aunque vayas a contar un drama, tu mejor herramienta para avanzar es el humor. Mi participación con estas “Crónicas de un Periodista Musical” está a punto de finalizar y no quiero terminar sin compartir historias relacionadas más con el trabajo que con las celebridades.
Sí, estamos viviendo un momento muy difícil para México. Es cierto, no es una exageración. A veces me pone triste pensar en todos los jóvenes que apenas empiezan a trabajar en el periodismo… pero luego me acuerdo que se convierten en dinosaurios y se me quita. No, ya en serio. Dicho por una persona que está cumpliendo 25 años en los medios de comunicación y que apenas empieza a ver frutos de su trabajo, sé que es un camino largo y muchas veces difícil. Y más si te quieres conducir como una persona honorable que no va pisar a los otros para avanzar.
Nunca me ha interesado demasiado la política. Siempre he tenido muy claros los temas que a mí me gustan, los que elegí y he luchado por promover en este medio: la música, la cultura y las nuevas expresiones. Por el contrario, hay tres temas que procuro evitar a toda costa: la política, la religión y la muerte. Mi objetivo como comunicador es que la gente sea más feliz, y que en el proceso crezca culturalmente. No me interesan los temas que contaminan la opinión, envenenan los ánimos y dividen a la gente.
Y sin embargo, para un periodista musical como el que escribe, no deja de ser digno de atención que en este momento en que el país está más dividido que nunca en facciones políticas y militantes, se tome a la música y la cultura como armas para dividir a la juventud. Este medio, al que he dedicado un cuarto de siglo de mi vida, está repleto de gente capaz de sacrificar a los jóvenes para satisfacer sus propios fines y he tenido el desagrado de convivir con varios que hoy avanzan políticamente abusando de su posición en los medios.
Últimamente se ha puesto de moda sacarle sus “trapitos al sol” a Carlos Monsiváis, que en vida fue un escritor, periodista e intelectual prácticamente intocable. Cuando en mi adolescencia empezaba a empaparme culturalmente de todo este medio, intenté leer algunos de sus libros. ¡Vamos!, también intenté leer artículos suyos y nunca pude. Encontré su estilo rebuscado y agotador. Me mantuve a distancia de su literatura. Cuando empezaba a descubrir mi propia sexualidad y empecé a salir a bares gay, recuerdo cierta noche en que una comitiva llegó acompañando a Monsiváis a uno de estos lugares. Desde que tengo memoria, Monsiváis siempre fue un hombre muy mayor y nada agraciado. Sentir su mirada encima, créanme, estaba muy lejos de ser un halago. Me mantuve lejos de él.
Y sin embargo estaba el genio, o así se expresaron siempre de él. Una persona que inspiraba respeto y no sabías exactamente por qué. Tal vez por imposición. Tal vez por que sí lo merecía. Pero todos querían algo de él, empezando por los medios en los que después llegué a trabajar. Contar con la opinión o el visto bueno de Monsiváis era “algo”. Así que una revista de rock estaba buscando la opinión de músicos e intelectuales para un reportaje sobre temas de política, y recordé que a través de un contacto en el Gobierno yo podía localizar a Monsiváis.
Marqué el número que me dieron porque él ya no vivía en la Ciudad de México, por edad se había retirado a un lugar más tranquilo. Contestó una anciana que me dijo que el señor no se encontraba y que no sabía cuando iba a regresar… o eso me hizo creer. Era Monsiváis fingiendo voz de abuelita, y cuando le dejaba el recado de que llamamos de Rolling Stone, no tuvo reparo en cambiar su voz. Tratando de no reventar en una carcajada, proseguí con la entrevista. Hoy, cuando me preguntan cuáles son las entrevistas más especiales de mi carrera, incluyo esta por la anécdota.
Aún así soy de los que nunca se explicaron por qué, el día de su funeral, cubrieron el ataúd con la bandera gay. Se me hizo de muy mal gusto. Hoy pueden decir lo que sea, pero según recuerdo Monsiváis nunca se caracterizó por pronunciarse particularmente como gay, ni por defender tan abiertamente los derechos de homosexuales, lesbianas, bisexuales, queer y transgénero. Hoy se oye bonito decirlo, pero en lo personal nunca me sentí representado por él. Velar por los intereses de tu círculo, no es hacerlo por toda la comunidad.
“Este medio necesita periodistas de verdad (…) Los que ya se corrompieron están perdidos en el camino y no van a regresar”.
Como ya he contado en estas Crónicas, mi carrera periodística alcanzó un buen nivel, pero no siempre fue así. Pasado el glamour inicial, también viví una mala racha laboral. Muy mala. De esas veces que empiezas a considerar medidas extremas. A pesar de que nunca me ha gustado pedir favores, tuve que hacer una de esas llamadas y así un amigo me conectó con un periódico importante “de izquierda” para platicar con alguien bien colocado ahí sobre la posibilidad de escribir. Pero a esta persona se le hizo fácil decirme que por qué mejor no platicábamos de esto en Puerto Vallarta… Medidas extremas.
Todavía ingenuamente me vi en la necesidad de aceptar, pero no sin dejar de imaginar las malas intenciones. Lo primero que hice cuando llegamos a la playa fue empedarme, llorar y después vomitar. Créanme, cuando quieran desanimar a alguien intenten esa fórmula. No hay nada peor para arruinar una fiesta que un hombre llorón. Después de eso ya no pasó nada, pero no porque esa persona no buscara oportunidad. Para citar al buen José José por segunda ocasión, digamos que fue paloma por querer ser gavilán.
Antes de que el fin de semana terminara platicamos sobre Monsiváis –aún en vida– porque eran muy cercanos. Le expliqué mi postura de no sentirme representado, pero en realidad la conversación fue por una declaración que yo leí del mismo Monsiváis, algo referente a que “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”. Esta persona me recetó media hora de retórica y defendió a Monsiváis a capa y espada, para terminar reprobándome por siquiera insinuar algo como eso. Su sermón me dejó molesto y solo atiné a recordarle que “no lo dije yo, lo dijo Monsiváis” (silencio).
Está de más decir que nunca hablamos de trabajo (¿está de más?), porque convenientemente nunca surgió el tema. Y pensar que llegué ahí por un amigo en común. Peor aún: pensar que esta persona se jactó de conocer a mi familia. Ya ven que padecer avances sexuales no deseados no es exclusivo de las mujeres. Regresando a la ciudad, me vi con libros y películas prestados. ¿Se supone que yo iba a prolongar ese infierno un segundo más? Llamé algunas veces al periódico pero nunca me devolvieron la llamada, aunque yo sí devolví las películas y los libros.
Y son ese tipo de personas las que hoy nos hablan de moral desde sus trincheras políticas. Me consta que los medios de comunicación están llenos de gente así, que habla de crear conciencia pero se comportan como si la cultura fuera secundaria y la música una simple arma para jalar acarreados: Háblales de cultura, pero aprovéchate de su ignorancia. Háblales de moral, aunque seas el peor de los inmorales. Señala los pecados de los otros, para que no se fijen en los tuyos. Pero no somos ciegos y claro que los estamos viendo.
Entonces, ¿alguien estaba pensando seriamente en dejar el periodismo? Porque nunca les faltarán razones para hacerlo. Pero antes de que tomen una decisión, sepan que este medio necesita periodistas de verdad, así como la música los necesita de guardianes. Los que ya se corrompieron están perdidos en el camino y no van a regresar. Ya no son bienvenidos. A los nuevos les diría que no se vayan, todavía hay mucho trabajo qué hacer.
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[…] laboral me llevó hasta esa revista. Como les decía, ya había tenido que soportar hasta las insinuaciones y malas mañas de periodistas de izquierda. Digan lo que quieran de Televisa, pero al menos ahí no intentaron llevarme a la cama para darme […]