CARLOS CELIS
Lo bueno es que ya les conté que algunos escritores, que hoy en día son considerados importantes, en sus inicios también hicieron “chambitas” como periodistas musicales. Y es que cuando perteneces a este medio sabes que, más temprano que tarde, tendrás que meter las manos al lodo y usar tus talentos para narrar una Boda Real, si bien te va, porque lo más seguro es que te toque algo como la de Lucerito o Derbez.
Con este antecedente y tras un par de meses de escribir para ustedes, me siento con la suficiente confianza para empezar a abusar de ella y contarles, a manera de revista de espectáculos, uno de esos capítulos que no nos enorgullecen tanto como periodistas pero que no dejan de ser buenas historias. Hago caso de sus comentarios en esta columna y ya que alguien sacó el tema de cierta reunión de grupos “coreográfico-vocales” (¡ah qué ganas de volver a usar ese concepto después de tantos años!), hoy les platicaré de Kabah… pero como nadie lo ha hecho.
Conocí a los hermanos Federica y André cuando estaban empezando el grupo, pero aún no se llamaban Federica y André. Espero no cometer una indiscreción; tengo el leve recuerdo de que Federica ya habló de este cambio de nombres porque fue legal, no solo artístico. Y aunque sé que en este momento el morbo debe estar devorando a algunos de ustedes, no voy a revelarles sus nombres porque, aunque no lo parezca, estoy tratando de contar una historia respetuosa pues esa etapa es entrañable para todos los involucrados.
Yo aún estaba en la preparatoria y no había empezado a trabajar formalmente como periodista, ni siquiera imaginaba que lo haría. Un grupo de compañeros del salón nos volvimos muy amigos y entre ellos estaba Jaime, que tenía aspiraciones de actor al igual que su mejor amigo, Rodrigo, que no estudiaba en nuestra escuela pero que también fue amigo nuestro, aunque distante, porque era mayor que nosotros y estaba un poco loco. Una vez actuó, escribió y dirigió su propia obra de teatro.
Cierto día Jaime me pidió que lo acompañara a una audición para un grupo musical. Yo creía que todas las audiciones eran para grupos que ya tenían contrato y que iban a grabar un disco. Pensé que iríamos a una disquera o a un estudio de grabación, pero fuimos a un condominio en Las Lomas donde vivía Federica, y ahí estaba ensayando con una primera alineación de Kabah, donde los únicos sobrevivientes fueron André y María José. También conocimos a La “Fitte”, su amiga, consejera, creativa y manager.
Varias veces a la semana acompañé a Jaime a ensayar. Yo iba de colado, pero siempre fueron muy amables conmigo. De hecho, Federica era adorable. Nos caímos bien desde el principio por varias razones: Porque yo sí sabía que Kabah era un lugar, yo sí conocía la música de The Party –un grupo musical de los Mouseketeers en El Club de Disney, de donde ella tomó algunas ideas– y porque compartíamos el gusto por los sombreros tipo “Blossom”, tan de moda a finales de los ochenta y principios de los noventa, por el programa de televisión del mismo nombre.
La “Fitte” también era un encanto, esa es la palabra correcta. Nos volvimos amigos. La única que parecía ser una “joyita” era María José, con quien por cierto nunca hablé porque nunca estaba. Algunas veces la vi de lejos y siempre parecía estar de mal humor, pero era bien sabido por todos que tenía una GRAN voz, aunque nunca nos honrara con el privilegio de escucharla. De hecho, no recuerdo quién me lo contó, pero en plan de diva adolescente, María José había sentenciado a los demás con que ella no iría a ningún ensayo hasta que el grupo estuviera armado y Federica consiguiera una audición formal con un productor.
Eran las tardes más divertidas de mi adolescencia. Recuerdo que Federica y “Fitte” eran muy fans de Sasha Sokol, la de Timbiriche. Tan fans que el auto de Federica tenía placas que decían “Sasha”. Y por favor, que nadie sacara el tema porque podían pasar horas hablando de Timbiriche, de todos los discos de Sasha como solista y de cómo estaban seguras de que un día la iban a conocer. Cuando lo hacían entraban en un trance y era muy divertido entrar en ese trance con ellas.
Un día, llegando con Jaime al ensayo, Federica nos dijo que había conseguido una cita con Claudio Yarto, de Caló. Así que para allá fuimos todos. Y así andábamos siempre, para arriba y para abajo. A veces yo me preguntaba qué hacía ahí, o por qué nadie se mostraba incómodo cuando estos pubertos llegábamos en bola a casa de alguien que no conocíamos. Tal vez en la pregunta está la respuesta, éramos unos niños y nos trataban como tales. Fuimos el “entourage” de Kabah cuando Kabah ni existía. Hasta la mamá de Federica nos acompañaba algunas veces.
Yarto nos recibió en una casa donde tenía montado un pequeño estudio, nada formal. Nos enseñó música y platicaba con Federica de algunas ideas. Puso como ejemplo a Cathy Dennis, una cantante de house que estaba muy de moda por esos días. Él tenía ganas de crear una figura así en México y Federica le gustaba para eso. Más tarde, Federica nos dijo algo que siguió diciendo siempre, que su visión era la de un grupo: su idea era crear a Kabah y no estaba interesada en ser solista.
No recuerdo bien en qué momento Rodrigo, el amigo de Jaime, se interesó en ir a los ensayos con nosotros, pero llegó con una idea divertida: grabar un “detrás de cámaras” de cómo se formaba el grupo. Federica y “Fitte” se pusieron felices y dijeron que sí inmediatamente, por lo que Rodrigo empezó a ir a los ensayos con una cámara y nos pusimos a grabar un montón de material que hasta hoy nadie sabe dónde quedó.
Ya de vuelta en la prepa, Jaime sentía presión por la escuela, por su novia, por sus papás, por Kabah y por Rodrigo. Como ya les dije, Rodrigo estaba un poco loco. Una noche, Jaime se enojó con nosotros y se fue en su auto, dejándonos en la calle bajo la lluvia. Me imagino que Rodrigo pensó que las condiciones eran ideales para montar una escena, así que me persiguió varias cuadras sin razón y yo, asustado como el provinciano que era, me metí a un paso a desnivel y a contra sentido de los autos.
Casualmente, hoy tengo que recorrer ese mismo tramo todos los días para llegar a mi trabajo en la radio. Pero volviendo a aquella historia, todo terminó cuando regresamos a casa de Jaime y Rodrigo provocó que me resbalara y me golpeara la cabeza muy fuerte. Valga la pena decir que Rodrigo sí se volvió actor, primero en Televisa y luego se fue a TV Azteca. Adecuadamente, era villano de telenovelas. Y aún con todo, yo lo recuerdo con bien.
Pero por la amistad con Federica y “Fitte”, tuve que contarles lo que había pasado y no me creyeron. Hasta que un día Rodrigo les armó una digna de premio TVyNovelas, pero con la participación estelar de Lola Merino y Coco Levy, “estrellas” de Televisa que hoy nadie tiene por qué recordar porque #YOLO. Aunque ella resurgió hace unos días en un escándalo de internet. Aquel altercado provocó una ruptura, por lo que ni Jaime, ni Rodrigo ni yo volvimos a saber de Kabah y tampoco de nosotros. Hasta que, claro, Kabah ganó el Festival Valores Juveniles en 1994. ¿Y quién creen que les entregó el premio? Exactamente: Sasha Sokol.
A Federica, André y “Fitte” los vi algunas veces por casualidad cuando yo ya estaba trabajando como reportero, pero nunca tuve que entrevistarlos porque no eran mi área. Incluso, una vez me presentaron a Sasha. También me presentaron a la alineación final del grupo, pero ahora que lo pienso nunca conocí a María José. Cuando el grupo se separó pensé que nunca tendría la oportunidad de contar estas historias, pero miren, hay más de una cosa que agradecerle a los reencuentros de nostalgia pop. A mi amigo Jaime le perdí la pista porque me cambié de escuela. Pero hace algunos años prendí la televisión y ahí estaba él, en Hollywood, en una serie de Kirstie Alley que se llamó Fat Actress.
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