ALEX CASTRO
Muchos de los habitantes de la ciudad de Cholula no lo sabían. Pero ahí, al pie de la Gran Pirámide se realizaría por primera vez un festival de música pop de talla internacional.
De forma inédita y sui géneris (aunque no como hace tres décadas, cuando se presentó Queen en ese estado de la República), esta vez llegó hasta ahí la leyenda del hip-hop Public Enemy, para tocar junto a una decena de artistas internacionales y otro tanto de propuestas locales.
Y lo mejor: En el marco de un festival que desde su nombre exaltó un sentido local y que, aunque tuvo patrocinios, no cedió a la tentación de entregar su nombre a una marca de cervezas o de telefonía móvil.
Quizá por tratarse de un primer esfuerzo, hubo aspectos que mejorar. Primero, el de los escenarios, pues hubo dos principales para los grupos en vivo y un tercero para los DJs. Muchos asistentes coincidieron en que este último estuvo de más, porque si bien es una buena idea la de los espacios para la música bailable, en este caso se presentaron sólo dos actos que los mexicanos no podemos ver con regularidad: Felix Da Housecat y Z-Trip. El resto, lo sabemos, era relleno (un servidor escuchó tantos remixes regulares de una gran canción de El Columpio Asesino, que intentó subir hasta la iglesia de la Virgen de los Remedios y aventarse desde ahí).
De hecho, el tener tres escenarios en un espacio como éste, hizo que al ubicarse en el centro del lugar, la gente escuchara una mezcla de sonidos proveniente de distintos puntos. La logística en la entrada también falló. Muchas personas no podían salir o reingresar, aún con boleto cortado. Al respecto, miembros de la organización argumentaron que hubo reventa de boletos cortados, por lo que fueron más estrictos en esa área.
Lo demás sucedió correctamente. El paisaje era excepcional. Los grupos sonaron como debían y se vivió un ambiente de camaradería, aunque no una gran asistencia. Habría que preguntarse dónde estaba toda la gente de la ciudad de Puebla y sus alrededores (más que la del DF, que ya ha podido ver en directo a la mayoría de estos artistas).
El saldo positivo, igual que el esfuerzo por descentralizar la cultura. Si los números no son alentadores, habrá que replantear detalles y seguir adelante. Y si lo son, con más razón.
Que siga el Festival 72810 y que siga sin vender su nombre ni apellido a ninguna corporación.
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