ALEJANDRA CHAVARRÍA • El conjunto quiere demostrar que se puede hacer algo distinto dentro del folk. Escúchalos y dinos si lo consiguen.
Califone es una banda proveniente de Chicago, Illinois. Después de 19 años en el mercado musical y de quince discos editados, el mes pasado sacaron a la venta uno nuevo que llamado Stitches.
Se trata de una banda que juega con el folk y que experimenta con sonidos que dan un toque completamente renovado, tanto a la agrupación como al género. Tras un largo receso desde 2009, Tim Rutili, quién es la voz al frente de la agrupación, decidió elaborar un disco en el que contara las experiencias que vivió durante esa jornada de autoexploración musical. Paisajes, situaciones, personajes, y pasajes bíblicos fueron el complemento necesario para proyectar el nuevo material de Califone.
A lo largo de su historia, la agrupación ha cambiado en múltiples ocasiones de músicos, además de que las colaboraciones han sido interminables. Por ello es difícil nombrar una alineación concreta de la banda. Sin embargo, los elementos que han seguido a pesar de los cambios son: Joe Adamik en la batería; Jim Becker a cargo del banjo; el percusionista Ben Massarella –quien también ha colaborado con Modest Mouse– y Tim Rutili, quién se encarga de la voz, guitarra y teclado.
Por otro lado, el sello discográfico con el que trabajan, Dead Oceans, les ha dado la posibilidad de re-inventarse, puesto que Califone experimenta no sólo con la música, sino con artes plásticas, cine y fotografía que son un complemento sustancial para sus creaciones sonoras: “Ya no queremos más folk comercial, con tipos barbones que fingen ser uno con el banjo. Queremos demostrar que se puede hacer algo distinto, concebir una manera mística, extraña y maravillosa que le de nuevos bríos al folk…” menciona Rutili, el líder de la agrupación.
Tecnología y hombre se hacen una en esta oleada refrescante para el folk, llena de acordes de guitarra, un teclado que resuena tímido o enérgico según la ocasión y rasgueos de banjo que generan atmósferas de felicidad o melancolía, aderezadas con elementos computarizados que le redondean la música que Tom Rutili desea enviar a los oídos del mundo.
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