ESTEBAN CISNEROS
FOTO: MySoul San
Music is God’s voice. Brian Douglas Wilson (Inglewood, California, 1942) se puso a escribir, en 1965, una serie de canciones con esto en mente. Por espacio de varios meses, mientras su banda giraba por el mundo, se encerró en varios estudios -con los músicos de The Wrecking Crew, varios ingenieros de sonido y su torturado genio- para grabar Pet Sounds, un disco que justo suena a esa consigna.
El LP, lanzado en mayo de 1966, hizo muy poco ruido en Estados Unidos, aunque en Inglaterra fue más que influyente. Pero la vida se cobra justicia a veces: con el correr de los años, Pet Sounds ha encabezado las listas de los mejores discos pop y se ha convertido en el disco referencia para hablar de esta música.
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Imaginen esto: Brian Wilson con Al Jardine y Blondie Chaplin (dos Beach Boys originales y uno que se unió en 1972) en una noche perfecta, a unos pasos del Pacífico mexicano, con un ambiente de expectación, en un escenario caprichosamente bonito. Parece un sueño guajiro, pero fue real: un concierto impresionante y que nadie de los presentes olvidará.
El 3 de diciembre de 2016 fue una fecha histórica. Si bien dos días antes Wilson (con un grupo de increíbles músicos) había pisado el país por primera vez en Monterrey, parecía que el escenario ideal era Acapulco: el mismo océano que ha inspirado al líder de los Beach Boys en sus más de 50 años como compositor era testigo de un momento que pocos imaginábamos que sucedería.
Uno de los señores que han moldeado la música pop a su capricho y voluntad estaba en carne y hueso frente a nosotros, sereno y viejo, dispuesto a seguir creyendo que sí existe la magia en los acordes y las armonías; nosotros le hemos creído siempre y se notó.
Es difícil para mí ser objetivo cuando se trata de Wilson, posiblemente el músico vivo que más admiro. Pero verme rodeado de fans lacrimosos (yo era uno de ellos), en una euforia extraña pero reconfortante, cantando todas y cada una de las palabras, tarareando cada melodía (de piano, de flauta, de saxofón, de guitarra: Brian no tiene límites para componer) y entregarse a un artista de esa manera cuando han pasado 50 años desde su obra cumbre nos dice algo importante. Nos dice que la música importa. Y que estamos hambrientos de ella.
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El Festival Trópico parece consolidarse como otra excelente opción para los asiduos a estas fiestas. Con todo, es un festival exclusivo y de accesibilidad limitada. No es masivo, se hace en un hotel de cierta alcurnia y tiene sus códigos; pero sí que comenzará a presentarse como alternativa para ciertos actos y ciertos públicos. No hay que quitarle el ojo de encima.
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¿Quedan aún muchas dudas de que Pet Sounds podría ser el disco pop definitivo? Su mística no ha hecho más que crecer con el pasar de las décadas. Dos cosas puedo concluir, pero siéntase usted libre, estimado lector, de llegar a otros resultados: a) las obras maestras no mueren; y b) hace años que el LP ya no es un ente definitorio en el pop. Esto último puede ser una ventaja. ¡Músicos, chavales inquietos allá afuera, a ponerse las pilas y hacer música! Es la oportunidad. Y si se ponen Pet Sounds como referencia, todos llevamos las de ganar.
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Hay que admitir que Brian se ve cansado, que su voz ya no es la de antes, que pasa todo el show sentado al piano. Pero su banda es impresionante; Al Jardine y su hijo Matt tienen más que estudiadas las armonías vocales que son marca de la casa, y Blondie Chaplin tiene la misma energía que cuando tocaba en The Flames en los 60 y esas canciones son inmortales.
Porque aunque la gira celebra el medio siglo de Pet Sounds, Brian dio un repaso por 27 canciones emblemáticas.
Nada mal para un chico de Inglewood, California, que comenzó su carrera queriendo ser Phil Spector y que incluso en sus limitaciones salió ganando. Un momento que lo prueba: cuando cantó “Don’t Talk (Put Your Head On My Shoulder)”, una canción vocalmente exigente, la convirtió en una conmovedora canción de cuna al recortar las frases sin perder la melodía. Hay que decirlo: nos tuvo en la palma de su mano todo el tiempo.
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Music is God’s voice. Y si es así, hubo una prueba de ello aquel caluroso sábado por la noche. Mucha gente se dirigió a la playa al terminar aquel concierto, asegurando que era el mejor de sus vidas. No sé si eran las altas expectativas, el hecho de ver por primera vez a Wilson, que ya íbamos prejuiciados, que los fans de los Beach Boys se han vuelto (nos hemos vuelto) unos insoportables. Sea como sea, fue un privilegio estar ahí. Uno irrepetible.
Parafraseando a “Sloop John B”: This is the best trip I’ve ever been on!
C/S.