ESTEBAN CISNEROS
(1969-1971). The Bootleg Series Vol. 10
1. Los procesos creativos son un misterio. Aun cuando son documentados y analizados, el resultado es más sombra que luz.
La fascinación de los musicómanos por los bootlegs, las versiones inacabadas de canciones favoritas y tomas alternativas o cortes que definitivamente no se editaron puede ser enfermiza. En parte es curiosidad: los fanáticos son intrusos por muchas razones, casi siempre por las correctas, y tienen un afán obsesivo por aprender. En parte, creo, también es intentar entender la intriga de la creación, verla desde distintos puntos de vista, tratar de encontrar un camino por el cual llegar, no sin escalas, al numen.
Y pocos artistas han sido tan investigados en sus procesos creativos como Bob Dylan. No es para menos, siendo una figura esencial para entender la música y la historia del Siglo XX y lo que llevamos de esta nueva temporalidad. Por años, sus adeptos (moderados, radicales, usted nómbrelos) han realizado una ardua labor de escrutar sus grabaciones que no cupieron en sus discos o que sirvieron como camino para elaborar alguna de sus obras maestras y no tanto.
2. Self Portrait es el disco más controversial de Dylan. La excusa es la de siempre: es un disco de transición. Como sea, es un álbum que despierta odios, que desata discusiones y que está lejos del canon dylaniano de Lo Grande (es decir, su primera etapa folk, la era Blonde on Blonde, los tiempos de Blood on the Tracks o sus discos de madurez).
No es un gran disco, pero viéndolo en perspectiva tampoco es la mierda que Greil Marcus creía que era. En 1970 muchas cosas estaban cambiando, las canciones tristes dominaban la radio y la realidad volvía a golpear tras unos años de color, idealismo y escapismo. No era Dylan el único icono que fracasaba en esos días.
Pero así es la historia y Self Portrait ha pasado, con justicia o sin ella, como ese disco de Dylan que mejor vender en un bazar o poner en el estante de los álbumes no recurrentes. Al menos Chumlee consiguió estamparle la firma de Dylan encima.
3. Cuarenta y tres años después toca el turno al proceso creativo de Self Portrait (y de su sucesor, New Morning) pasar por la revisión de fanáticos y musicomanos. El motivo es el lanzamiento de Another Self Portrait, volumen 10 de la Bootleg Series de Dylan que comenzó en 1991 dando a conocer grabaciones raras de Robert Zimmerman.
El álbum es un lujo que probablemente no todos quieran o puedan darse: cuatro discos (o dos, en la edición estándar) que requieren de amor y disciplina para poder escucharse de inicio a fin.
Demos, grabaciones alternativas, palomazos con David Bromberg y Al Kooper, versiones a viejos standards, canciones conocidas interpretadas de distinta manera (destaca “If Not For You”, que luego tomaría George Harrison para All Things Must Pass) y un concierto en Isle of Wight en la edición lujosa, Another Self Portrait es esencial para el completista, el curioso, el religioso de Dylan. Para el que quiere entender un poco más en qué consiste eso de crear música a partir del silencio y unos acordes también es buen material.
Self Portrait no es una obra maestra, pero a veces el camino importa más que el destino. Another Self Portrait no es el camino más interesante, pero tiene algunas escalas que valen la pena. Dylan suena íntimo y cansado; en su voz hay dolor y vejez. Tres años antes era el rey del mundo. Pero un accidente de motocicleta, el paso del tiempo y el girar del mundo le cobraron factura.
Al fin y al cabo, nos guste o no, Dylan es parte importante de la historia de la música pop y del siglo que pasó. Y Another Self Portrait es un pedazo de esa historia. Si la quieres, aquí está, ven y tómala.
C/S.
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