En igualdad de circunstancias, elegantes y dispuestos al ruido
EMILIO REVOLVER
Este disco es un ejercicio de demolición. Lo que había ocurrido con los dos discos anteriores de la banda, Scandalous (2011) y principalmente Tell ‘Em What Your Name Is (2009), aquí parece derruirse, desmoronarse. Pero eso abre la puerta a un extrañísimo, poco probable y chingón soul punk.
Estamos hablando de un músico que, por un lado, posee una voz a la James Brown, que está muy bien acompañada por una sección de metales; por otro, The Honeybears, que lo acompañan casi siempre, son una sección rítmica machacona, que tira hacia el blues.
El resultado es un combo blues-soul-funk lleno de estilo y aún así salvaje; en igualdad de circunstancias elegantes y dispuestos al ruido. Para muestra “I’m Broke”, del disco Tell ´em What Your Name Is.
Electric Slave
Esa es la parte buena de la historia. Ahora, el oscuro disco que nos compete. El primer track y primer sencillo se llama “Skulldiggin” y desde el título y el riff que lo introduce muestra de lo que va el álbum: Una guitarra furiosa que vuelve una plasta llena de fuzz la onda sonora; riff elemental, rompemadres, y aunque de primera impresión no lo parece, lleno de blues. Es como encontrarse a los White Stripes poseídos por el diablo. Todavía encima, la voz de Black Joe Lewis se va partiendo en alaridos que no nos avisan otra cosa más que algo lo tiene muy, muy encabronado.
Queda atrás la rasposa garganta a la James Brown y comienza el sermón punk de un Iggy negro. En entrevista para Consequence of Sound, Joe Lewis comenta: “Electric Slave es lo que la gente parece hoy con sus caras incrustadas en sus iPhones y con la idea de que la única manera de mantener una conversación es mediante textos. Lo que sigue es qu se los incrusten en sus malditas cabezas. Nada hay enfrente y la gente se está des-socializando”.
El disco toma por sorpresa tanto al que conoce los anteriores trabajos de la banda como al que empieza con éste. La búsqueda de lo primitivo, salvaje, garagero y ruidoso se impone al soul, al baile, al estilo, a lo cool.
“Para qué ser cool si todo se está yendo al carajo, mejor regresemos, regresemos a ser animales necesitados de fuego”, parece decir. Las guitarras irrumpen y no se detienen; por momentos recuerda el lodoso horizonte del que brotó el The Big Come Up (2002) primer trabajo de los Black Keys, principalmente con “Vampire”, y a ratos ocurren sucesos casi no vistos desde X- Ray Spex, como en “My Blood Ain’t Runnin’ Right” en la que tal cual, hay un Iggy Pop manejando la escena, pero muy bien acompañado por dos saxofones y una trompeta (¡!)
El escucha va de sorpresa en sorpresa aunque la estridencia y el frenesí sigan a tope todo el tiempo. Dentro de esa saturación constante, brilla su único regreso al sonido de los dos primeros discos: “Come to My Party”, hit a prueba de balas ideal para los fines de semana fríos del otoño. No obstante, no estamos hablando de un regreso al estilo de la ya escuchada “I’m Broke”, sino de un soul muy guitarrero, que incita más a una reunión en el CBGB que en el Apollo.
En resumen, el sonido de Black Lewis se partió de un tajo en dos y él se quedó con las guitarras, el blues, la distorsión y el batacazo, todo lo cual se acentuó y se aceleró. Esto es un divorcio, una demolición que, no obstante, tiene sus mejores momentos cuando se reencuentra con la sección de metales, para conseguir un soul punk que a todo el estado de Detroit, tanto a los fans del Motown como a los de MC5, pondría a bailar en una fiesta.
La idea del divorcio, por lo demás, es totalmente real: el guitarrista líder, Zach Ernst, dejó la banda después del Scandalous, y con él Joe Lewis dejó también de usar el nombre “The Honeybears” junto al suyo (hasta 2013 la banda se llamó Black Joe Lewis and The Honeybears), lo que dejó la puerta abierta para que quien también quisiera irse así lo hiciera. De este modo, es verdaderamente una banda distinta la que toca en este disco; no porque precisamente sean otros sus integrantes, sino porque ya no importa mucho en realidad quién está y quién no, salvo el propio Joe Lewis.
La disquera también es otra: Vagrant, en lugar de Lost Highway y después Universal, donde apareció Scandalous, y también es otro el productor: Stuart Sikes (Cat Power, The Walkmen, The White Stripes), quien tomó el lugar de Jim Eno, baterista de otra banda de Austin, Spoon.
Hay una fusión, una idea, en el Electric Slave, que mientras más la logren explotar, más hará que los ávidos de música volvamos a sus discos. Ojalá Black Joe no se olvide de que es poco sin los Honeybears, aunque ya no se llamen (gracias a Dios) así. De momento, no les recomiendo altamente esta última producción, sino los tres discos que han hecho.
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