¿Está Bangerz realmente a la altura de las expectativas de fans y detractores?
CARLOS CELIS
Sí. La respuesta es bien sencilla. Bangerz, el nuevo álbum de la hypeadísima niña Disney, Miley Cyrus, es a prueba de balas… y debo añadir: le pese a quien le pese.
Tentado a decir que no es ninguna sorpresa, aunque en realidad sí lo es, porque antes hemos sido testigos de hype que no está a la altura de las expectativas y de grandes inversiones que terminan en rotundos fracasos, el caso de Miley Cyrus es un paso adelante para las disqueras trasnacionales en su continua, cuidadosa –y a veces maquiavélica– estrategia para construir la estrella de pop perfecta, en tiempos de crisis que no permiten darse el lujo de equivocarse, porque el internet y la piratería son una feroz competencia.
Muchos hemos visto en las últimas décadas esa progresión de la estrella-pop-blanca-vendedora, más o menos en este orden: Madonna-Britney-Gaga-Del Rey-Miley… Permítanme explicar.
La mayoría no necesitamos recordatorio de cómo Madonna vino a revolucionar la imagen de la estrella pop y trajo consigo el marketing descarado y las estrategias de shock. Britney Spears tuvo a su cargo la difícil tarea de convertirse en una Madonna para las niñas, nada fácil, le costó su salud mental y también su cabellera, pero lo logró, o mejor dicho, la industria discográfica lo logró por ella. Lady Gaga tomó la estafeta para que las disqueras pudieran experimentar aún más en una época en que las descargas ilegales habían dado un fuerte golpe a su industria; ver qué tan lejos podían llevar las estrategias de shock que a Madonna le habían funcionado y sumarlas a la larga tradición de la exuberancia rockera de las estrellas del glam. Gaga fue un éxito en términos de marketing y después de Gaga las posibilidades eran infinitas.
Lana Del Rey es un caso bien particular porque en esta lista estaría tomando el lugar de una Katy Perry. ¿Por qué? Sin tanto éxito como las anteriores, su historia ya por muchos conocida, es la de la supuesta estrella independiente surgida del internet que a manera de cenicienta indie alcanzó el éxito a través de un contrato, cerrando así ese círculo pecaminoso de apropiación que llevó de regreso a sus seguidores, desde el internet y la independencia, hasta el malévolo mundo de las disqueras. Y ya de paso, por sus supuestas raíces independientes, hubo un cambio en el juego de la producción musical, introduciendo al pop sonidos del indie y el hip-hop más vanguardistas, que productores y/o copycats como Lex Luger, Clams Casino, The Weeknd, Emile Haynie o Mike WILL Made It venían creando al fusionar estilos como el trap, el r&b oscuro y el ambient drone que, tras el éxito de Del Rey, les ha permitido ponerse al servicio de nuevas “estrellas” como Drake, Frank Ocean, Solange y Lorde.
Así es como llegamos a Miley Cyrus y su Bangerz
Mientras Del Rey y Lorde (su clon menor) se apersonaron como divas escapadas de alguna película, Miley es la niña berrinchuda escapada de la tele: escandalosa, irritante y cínica, como cualquier personaje de reality show. Tomó los sonidos experimentales que funcionaron para Del Rey y sustituyó las cuerdas y el glamour retro por twerkin’ y camas de bronceado… y le funcionó.
Bangerz abre estupendamente con “Adore You”, una balada que se siente tan inesperada como necesaria y que ayuda a brincar ese engorroso trámite de abrir con un sencillo conocido pero da paso justamente a “We Can’t Stop”, el popular éxito que llega como perfecto “abridor de pista” y que sigue sonando tan bien como la primera vez. De ahí nos vamos a “SMS (Bangerz)”, canción que cuenta con la –anunciada– sorpresa de una Britney Spears cediendo el lugar a esta nueva princesa (Disney) del pop. La verdadera sorpresa es que, con toda su pretensión y capricho, esta canción es en términos pop, muy buena. Y ésta no es la única colaboración, porque desfilan nombres como Pharrell, Nelly, Big Sean, Future y French Montana.
Seguimos con “4×4”, enérgica fusión de pop, dance y country para bailar las cuatro esquinas y poner orgulloso al señor Billy Ray Cyrus. Más baladas bien logradas con “My Darlin” y la conocida “Wrecking Ball”. Regresa el beat con “Love Money Party”, “#GetItRight” y “Drive”, donde ya suena la influencia del dubstep y que apenas nos preparan para “FU”, el verdadero banger de este disco que llega como un derechazo y el recordatorio de que esta chica puede cantar. Si esto fuera una pool party, aquí sería el momento estelar en el que Miley aparece a media alberca para dar una actuación sorpresa. De ahí al after con “Do My Thang”, “Maybe You’re Right” y “Someone Else”, otras sentidas baladas, pulidas hasta la perfección, con beats gordos y sintetizadores ácidos.
¿Leyeron eso…? Es el sonido que hace un álbum de pop cuando no tiene tecno ni house, apenas unos guiños al EDM que se quedan en el puro coqueteo. Y ahí está el triunfo de Bangerz: En una época en que otras cantantes femeninas siguen el manual de Madonna al pie de la letra y pelean la corona de la “dancing queen” con piezas tan estridentes que la única manera de escucharlas es poniendo nuestro cerebro en formol, Miley y su equipo de productores eligen el pop “a la antigüita”, porque debajo de esa piel moderna y de tanta producción, lo que hay son baladas pop para una tardeada escolar, además de un elemento básico: una buena, educada y potente voz.
Estamos entonces ante el caso de un álbum a la altura de su hype. ¿Esto quiere decir que valió la pena el twerkin’ en los premios MTV, las fotos y videos sugestivos de Terry Richardson, el intercambio de tuits con Sinead O’ Connor, el despliegue publicitario en Saturday Night Live…? Todo parece indicar que las ventas confirmarán estas teorías en su semana de lanzamiento. (*)
(*) le pese a quien le pese.
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