ARTURO URIZA
Desde hace varios años Edgar Wright se ha caracterizado no sólo por ser un gran director que explota con gusto y honestidad lo referencial.
Tal como Quentin Tarantino, Wright aprovecha la cultura pop y se pavonea en ella mientras tergiversa a su favor historias, conceptos, lugares, personajes y demás factores involucrados con el mundo del cine y la música.
Esto le ha permitido hacer que películas de zombis como Shaun Of The Dead o películas de acción a la detective ochentero como Hot Fuzz, sean tomadas inmediatamente como piezas de culto.
En sus cintas anteriores ha demostrado tener una amplia cultura musical, misma que aprovecha cada que puede. Basta ver lo que hizo con Scott Pilgrim y sus increíbles banda sonora y score. Sin embargo, se nota que fue hasta ahora que pudo hacer la película de sus fantasías adolescentes, aquella que con un pretexto cualquiera pudiera llenar de sus canciones favoritas; aquel filme que no debe tener tanta dureza narrativa que distraiga de lo emocional, de lo visceral, que deje que la sustancia que hace que se acelere el cuerpo se segregue mientras escuchamos en los primeros minutos frente a la pantalla una canción tan poderosa como “Bellbottoms”, de Jon Spencer Blues Explosion, adornando a la perfección una escena de tensión y aceleración.
Seguro que muchos de nosotros ya habíamos imaginado este tipo de situaciones mientras manejamos el coche y suenan este tipo de canciones.
Independientemente de cómo funciona la música a lado de la imagen, el soundtrack de Baby Driver goza de algo similar a lo que pasó con Guardians of The Galaxy y sus famosos mixtapes, los cuales son parte de la historia y describen parte importante de la personalidad de nuestro héroe.
Esto, claramente tiene que ver con que estamos frente a piezas de cine de autor, donde se pueden oler a kilómetros de distancia las intenciones del director al seleccionar canciones para los personajes y las situaciones, y eso es lo que dota de gran valía este ejercicio.
La selección de temas abarca en general tres grandes géneros: el rock, el soul y el funk, además de algunos temas hechos para la película, interpretados por nombres familiares de estos años como Danger Mouse, Sky Ferreira y Kid Koala.
La verdad es que no hay mucho que criticar de la selección musical, porque es bastante precisa y funciona muy bien con la película. Cuando mucho, diría que si se escucha fuera de contexto -sin haber visto la película- parece un mixtape que te hizo un amigo que sabe mucho de música… ¿Es eso malo? No lo creo.