Su disco “An Electric Storm” sigue siendo una rareza…
ESTEBAN CISNEROS • En un mundo que se precia de tenerlo todo a la mano vía internet, An Electric Storm, de White Noise, sigue siendo una rareza.
El BBC Radiophonic Workshop fue fundado en 1956 para generar música de librería y efectos de sonido para las producciones radiales de la corporación inglesa. Siempre lo imagino como un laboratorio lleno de dementes en bata, trabajando con precisión y calma para crear los ruidos más caprichosos con los aparatos más rebuscados; más matemáticos y científicos que estrellas del pop.
Ellos son responsables, por ejemplo, de la música de Dr. Who y de los sonidillos cómicos de los Goons. Y, también, de un disco de 1969 que sigue haciendo volar la cabeza de quien se atreve a desenterrarlo…
Una anomalía pop.
David Vorhaus, un integrante del Workshop, reclutó a sus compañeros Delia Derbyshire (una genio donde las haya) y a Brian Hogdson (creador del sonido del TARDIS y de las “voces” de los Daleks) para crear un single con el que llenarse los bolsillos. La época llamaba a hacer locuras. Pero a Island Records le pareció un proyecto interesante y les pidió un disco entero. Terminaron llamándose White Noise (los muy nerds) y el álbum, An Electric Storm.
Y qué disco es. Es krautrock antes que el krautrock, psicodelia dura disfrazada de filosofía, música concreta, orientalismo, continentalidad y sofisticación; un viaje de ácido con visiones de moteros, viajes en el tiempo y misas negras. A ratos es como si Burt Bacharach fuese poseído por Pazuzu y a ratos, como outtakes de un disco bubblegum de Zappa.
Hay los sonidos raros de rigor, drones drogotas pero creados (estoy seguro) a partir de ecuaciones y fórmulas y números, breaks; un sintetizador EMS VCS3, ruidos creados a partir de aumentar la velocidad de una grabación y la manipulación del pitch y metros y metros de cinta cortada y pegada a lo dadá, que resulta en narrativas sonoras más extrañas que el paraíso. Y un track lleno de gemidos que hacen quedar el Je t’aime Moi Non Plus de Gainsbourg y Birkin como un disco para poner en el cumpleaños de la abuela.
69, número mágico. Regresa a nosotros de cuando en cuando, terco, para recordarnos por qué la vida de la música es emocionante, noble, placentera, bella. Y no siempre son festivales con nombre de adorable pájaro amarillo ni hipócritas monarcas reptiles ni ahí viene el sol. Aún hay sorpresas enterradas y no tanto, esperando oídos inquietos.
White Noise es un favorito de varios entendidos (Broadcast, Julian Cope, Stereolab, los locos de Bristol) pero en un mundo que se precia de “escuchar buena música” o algo así y de tenerlo todo a la mano vía internet, sigue siendo una rareza. Pero esta es la época de An Electric Storm. Nunca los tiempos fueron tan propicios.
C/S.
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