ESTEBAN CISNEROS
Es raro: el 19 de marzo por la noche me sentí pésimo cuando leí que Michael Brown había muerto.
Es raro porque jamás le conocí en persona pero sentí un pesar que se parece al que he sentido cuando otra gente de carne y hueso, mi gente, se fue. Me descolocó porque, hey, me dio por afligirme por la partida de un menda que jamás supo que yo existía, aunque de esto podemos culpar al universo. Se vale hacerlo, ¿no?
Por qué carajos no va a valerse, si ese cheloveco de Brooklyn le puso música a mi alegría en muchas ocasiones y a mi tristeza en incluso más. No me hagan seguir, que me pongo todo melifluo y eso no está in. Qué dirían de mí allá afuera…
No me hagan seguir porque sigo y aquí voy: descubrir a The Left Banke para mí fue crucial. No voy a decir que me cambiaron la vida porque… Está bien, lo admito, sí lo hicieron. Y aquí voy, directo a caer de cabeza al Lugar Común, una vez más: cuando descubrí la música de The Left Banke dejé muchos prejuicios atrás. Y eso funciona en el plano estético, de apreciación, porque comencé a disfrutar de muchas más músicas.
Pero también funciona en un nivel más vital, de tipo de a diario, de salir a la calle y enfrentarse a lo que hay, porque me demostró que había posibilidades. Aclaro que yo era un drugo muy joven e impresionable cuando les conocí, pero esos son los mejores: los drugos jóvenes e impresionables. Si dejamos de serlo (impresionables, porque en el otro apartado hay muy poco que hacer) podemos irnos al carajo o al infierno de la adultez estirada, que es lo mismo.
Quedé pasmado con “Pretty Ballerina” y “She May Call You Up Tonight” y “Shadows Breaking Over My Head” y “Barterers and Their Wives” y luego quise aprender más acordes (si eran raros, con maj7’s y sus4’s, mejor) para tocar en mi guitarra porque, hey, The Left Banke.
Michael Brown tenía 15 años cuando todo aquello, qué impresión. ¿Qué hacía yo a los 15? Nada. The Left Banke me pareció lo más radical. Venían a romperlo todo con un arsenal de… violines, clavicémbalos, chelos, pianos, contrabajos y todos esos instrumentos que salían en los discos de mi tío Andrés, el más viejo de mis parientes.
Eso era lo más desafiante: venían a hacer la revolución con melodías más pulcras que las de Brian Wilson, con voces más limpias que la consciencia de Nadie y un puñado de instrumentos que estarían más cómodos en un disco finolis de orquesta culta marca Deutsche Grammofon. Baroque pop, le llamaron algunos, y el nombre me gusta. Eso era ir contracorriente: rigor, disciplina, nada de relajación; obsesivos arreglos, hermoso abigarramiento. Podría ser psicodélico pero jamás (¡jamás!) jipi. Perfección.
La cuestión es que pocos se dieron cuenta, al menos en 1966, cuando todo se fraguó. Si no es por “Walk Away Renée”, su único single de éxito, tal vez nunca habríamos llegado a saber de The Left Banke. El grupo comenzó a salir en recopilaciones y, ya en el inicuo Siglo XXI, cuando les descubrí, eran más o menos ubicables. Más vale tarde que nunca. Solo por eso hay que guardarle un minuto de respetuoso silencio a Mr. Brown (nombre real Michael Lookofksy, ¿por qué diablos no se lo dejó y se lo cambió por uno tan genérico?), que murió a los 65 años. Pero hay más.
Ese más se llama Montage (1969) y es un disco de Montage, el proyecto que formó cuando salió de The Left Banke tras meses muy conflictivos. También fue un disco que se perdió en el tiempo hasta una reedición de Bam-Caruso en 1986 y una de Sundazed en 2001 (esta vez en CD.) Es un portento pop de apenas media hora que parece una continuación al primer LP de The Left Banke, pero también puede emparentarse con otras obras maestras como Odessey and Oracle de The Zombies, Begin de The Millenium y Present Tense de Sagittarius. Qué lástima que Michael Brown no haya grabado más. De lo bueno, poco.
Más tarde en los setenta, contribuyó con Ian Lloyd en Stories, el grupo powerpop, aunque también fue un affaire breve. Hoy, el señor Lookofsky-Brown se ha ido y sí que me invade la pena. Jamás le conocí en persona (pero, ¿a cuántos de nuestros héroes conocemos, en realidad?) pero como si, porque a sus canciones les he dado vueltas y vueltas.
Me quedé en sus acordes raros, sus orquestaciones ostentosas, sus arreglos impolutos (y también los marrados, como aquella extraña nota disonante en el coro de “Men Are Building Sand” de Montage, que al final hasta resulta interesante.) Me quedé en The Left Banke y Montage, también en Stories. Y cuando un músico construye un universo sonoro en donde uno quiere quedarse a vivir, es que hizo algo muy importante. Adiós, Michael Brown. ¡Chapeau, míster!
C/S.
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