ESTEBAN CISNEROS
Música y el espacio exterior: Space is the Place (1974).
Esta cinta de John Coney es puro Sun-Ra en su punto álgido. Si no conoces a Run-Ra tal vez no has vivido. Compositor de jazz, filósofo, amante, extraterrestre y controvertido porque así le daba la gana, Sun-Ra debería ser icónico y venderse en estampitas religiosas en lugar de todos esos barbudos con láseres amarillos saliendo de su espalda y rodeados de niñitos rollizos con alas de ganso y mofletes de George Washington en plena borrachera.
Místico, aseguraba tener contacto con seres del espacio exterior. Yo le creí, le creo y le creeré porque él mismo parecía sacado de una nebulosa lejana, de fuera de la Vía Láctea. Que se haga a un lado el Principito, por favor; Antoine, vete a paseo: tu Petit Prince no tenía el funk en la sangre. Sí, lo invisible es esencial para los ojos, pero había otras maneras de decirlo, no nos subestimes.
Sun-Ra, astro de la música, terminó por algún motivo que nadie entiende en un estudio de grabación con cámaras technicolor rodeándolo y un sujeto gritándole “acción”. Y fue él mismo en el plató. No sabía ser otra cosa. El resultado fue Space is the Place, ciencia ficción funk que hace ver a cualquier grupito de imaginería psicodélica como críos pintarrajeando un pizarrón escolar. O algo así. Jamás vi cosa más volada. Y con esa música, yo definitivamente compraba un boleto para otro viaje. Otro viaje.
* Publicado originalmente el 1 de junio de 2012 en El Heraldo de León.
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