Una obra concebida desde el dolor.
SAMUEL VALDÉS LÓPEZ
No es secreto que la muerte de la mamá de Tim Booth (vocales) alimenta las letras del nuevo (y doceavo) disco de James. Y tampoco lo es que ninguno de sus tracks sonará como “Say Something”, “Laid” o “Sit Down”, las canciones que usualmente mencionan la mayoría de mis conocidos cuando les pregunto qué fue lo primero que escucharon de esta banda.
Lo que sí parece ser un secreto es que, para ser una banda con más de veinte años en el sube y baja musical, James sigue fuerte y con la voz de Tim Booth como anzuelo principal para atraer al escucha.
James se la juega desde el primer track, “Walk Like You”; un golpe emocional de siete minutos que usa toda la paleta de sonidos de la banda para hacer lo que les place. Es un paso muy fuerte y arriesgado que funciona muy bien. También manejan canciones más digeribles, como “All in my Mind”, “Moving On” y “Frozen Britain”, esta última con una línea de bajo pegajosa y la voz de Tim volviendo a esos juguetones gritos que le dan su estilo a la banda.
¿Momentos malos? No del todo, aunque “Curse Curse” no me convence. James le entra duro al EDM, tal vez queriendo recordar algunos momentos Madchester como “Come Home”, pero aquí se pierde demasiado la identidad de la banda. En cambio, “Interrogation” es una canción post punk donde los toques electrónicos funcionan perfectamente, dándole una urgencia a la canción que la hace memorable. Ni modo, algunos experimentos funcionan y otros no tanto. El chiste es que se juegue con el sonido.
“Bitter Virtue” y “Quicken the Dead” son los momentos introspectivos de Le Petit Mort, donde aprecias un poco una tristeza evidente, otro de los sellos características de la banda. ¿Catársis? Asumo que sí. Ya bien lo admite la banda al principio del disco (“Let’s create art from our pain”) y creo que de todo lo bien que hizo James en esta grabación, esa frase es lo que más debes recordar.
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