Un amigo se deshizo de su colección de vinilos y esto es lo que decidió hacer con ella.
MAURICIO ESPARZA OTEO
Una de las cosas que siempre se preguntará un melómano coleccionista es: ¿Dónde terminarán mis discos? Pasas años buscándolos y haciendo una curaduría especial, pero irremediablemente algún día dejarán de ser tuyos.
Cuando comenzó a salir el CD, en los años ochenta, muchos amigos vendieron sus vinilos. Nos urgía migrar a la novedad, al deslumbrante sonido digital. Sin embargo, hoy en día todos se arrepienten de haberse deshecho de sus joyas y de alguna manera sienten que una parte de su vida se fue en esos surcos. Curiosamente, en estos momentos les pasa justo lo contrario: ahora se quieren deshacer de sus cedés y retomar el camino correcto del LP.
Mi cuate Ricardo Mejía Malacara es uno de esos locos que nunca se deshizo de sus vinilos, sin embargo, hace unos días posteó en Facebook que los vendería, hubo quien inmediatamente lo sentenció: “No lo hagas, te vas a arrepentir”. Conocí al Malacara a finales de los ochentas, él era un personaje popular entre mi palomilla, sobretodo porque vendía casetes grabados; tenía discos de The Cure, The Smiths, Depeche Mode y Gary Numan, cuando estos eran muy caros, oscuros y no se conseguían tan fácil en México.
Sus cassettes traían dos álbumes: uno de cada lado, y también, si lo querías, te grababa una recopilación personalizada con las canciones que le pidieras. Esto lo hacía por amor al arte, el dinero que se generaba era para comprar discos, simplemente con la intención de compartir la música.
Así pues, Malacara ahora decide deshacerse de sus LP. Me comentó que se separó de ellos durante un par de años y que no los extrañó, que no sintió la necesidad de tenerlos ni de escucharlos, por lo que le pareció buen momento para rolarlos.
Su colección se conforma (o se conformaba) de todo un poco, pero sobretodo de ochentas y rock en español. Me gusta su estilo porque los conserva aún con el celofán original, muchos de ellos los tiene desde hace treinta años y te encuentras stickers de SuperSound, Aquarius, Briyus, Zorba… todos en perfecto estado. El precio que asignó fue 50 pesos los importados y 25 los nacionales, acá lo importante era que sus “criaturas” quedaran entre amigos que realmente los aprecien.
Tenía mucho Pink Floyd y The Beatles, pero según yo, seleccioné discos representativos de la época en que yo lo conocí, como el Entertainment! de Gang of Four, además de otros de OMD, Front 242, Camel o títulos más singulares, como el segundo de Fairport Convention, que ya tenía tiempo rastreando, además de uno de Toña la Negra con la Orquesta de Juan García Esquivel. Al final acabé quedándome con 27 ejemplares.
Ya de camino a casa me puse a pensar si no fue un abuso haberme llevado el Oranges & Lemons,de XTC, ya que lo tengo seis veces: dos en CD, un LP nacional y tres vinilos importados; pero no importa, no lo podía dejar ahí nada más así como así en la colección de mi cuate que se dispersará ve tú a saber en donde y con quién, porque es uno de mis discos favoritos y es importante que quede en buenas manos, tal vez se lo pase a nuestro amigo Quique Rangel (Café Tacvba), que sé que le encantará y de paso así la música de Malacara seguirá rolando entre la palomilla.
Mauricio Esparza Oteo de Icaza es publicista, diseñador, creativo, escritor, ilustrador, DJ, melómano, pepenador de vinilos y anexas.
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