SAMUEL VALDÉS LÓPEZ
Un sampler que te cansa físicamente: algunas cosas te encantarán, otras no las volverás a escuchar.
“Nos echaron al puente del ganado” decía un camarógrafo enfrente de mí mientras cruzábamos sobre Churubusco, con un sol que no dejaba piel sin quemar. A lo lejos sonaba Coda y cuando tocaban su clásica balada, sabía que ya había empezado el Vive Latino.
Fue un comienzo extraño. Era la rueda de prensa de Emir Kusturica y la ubicación no estaba muy bien planeada; estábamos junto al escenario principal y Coda se traslapaba con la traducción simultánea que confundió a más de uno. Esto pasaría con todas las conferencias de prensa.
A pesar de eso, Kusturica se lo tomó con filosofía (“es la mejor conferencia que he dado”) y anunciaba que iba a ir a Uruguay a filmar un documental sobre José Mujica, el sencillo presidente de la nación. Cuando le preguntaron si se consideraba una figura de culto, el respondió “hacer cine es un negocio […] para mí es una catarsis positiva”. Así fue.
El espectáculo de Daniela Spalla fue un buen comienzo. Su pop teatral era un buen show, con sus músicos con trajes parecidos a los minions de Ghost BC y una estética ochentera para ella (keytar, leotardo, capa). Directo al grano, sin darle mucha vuelta a la rueda de la ardilla.
Del otro lado de la moneda tenemos a Guadalupe Plata. En mi vida me había enterado que existían y me convertí en fan inmediato. Su mezcla de blues con psicodelia y drones me convencieron. Aplausos especiales al bajista que se rifó con el washtub bass (un bajo casero, potente cuando está tan bien ecualizado como hoy).
Aurora no me estaba convenciendo al principio, pero seguí la regla de las tres canciones. La tercera fue la vencida y me estaban gustando, pero tenía que correr a otro escenario. Lo bueno es que estaban transmitiendo su show en los televisores y sentí que las primeras canciones no eran lo mejor de su repertorio en vivo. Lo demás sí.
“¡Eruviel activó el HAARP!” dije mientras nos resguardábamos bajo las mantas protectoras de piso de un granizo infernal que ya andaba abollándonos los cráneos. Éramos los proverbiales “romanos majaretas” en formación tortuga, esperando que el cielo dejara de caer.
Y así fue. Salió el sol y Emir Kusturica and the No Smoking Orchestra comenzaron. Entre la resolana y la gente improvisando trampolines con las mantas, el Vive Latino se convirtió en una muy buena fiesta, no importara sin traías máscara de luchador o guirnalda de flores. Siempre he sentido que la chispa que tiene Kusturica en vivo con su banda vende el show completamente. Algunos teasers, como “Shine on You Crazy Diamond” (Pink Floyd) o el tema de Tiburón, se tocaban antes de entrar a cada canción, con el tema de la Pantera Rosa entre cada rola.
Motorama me recuerda mucho a Editors en su primer disco, quizás con una disposición mucho más obscura (si es posible) y con una emotividad afilada. Son intensos y altamente recomendables, especialmente para fans de ese bajeo del post punk que acelera el ritmo.
El nombre del juego para Yokozuna es “desmadre”. Los hermanos Tranquilino arman un buen show que por momentos junta pedacitos de hard rock y grunge y los dispara con cerbatana. Tributos a Tenacious D, KISS, Nirvana (cover de “Breed” completito) y hasta el tema de Patoaventuras fueron algunos momentos memorables. “Quiero Venganza” (con guitarra de doble cuello). “No mames que todavía sigues aquí” (con todo y slam) y “Árbol” fueron también hits con el público.
Me confunde La Maldita Vecindad. “Esta va para las señoritas en la audiencia […] queremos igualdad de sexos.” Y tocan “Morenaza” después de eso. Res Ipso Loquitur. El resto del set me lo pasé en la sala de prensa, escuchando algunas de las conferencias mientras “Ya lo pasado, pasado”, “Pachuco” y “Don Palabras” sonaban clarito.
Kraken platica un poco sobre su aniversario y sobre la influencia del metal en Latinoamérica. El Gran Silencio hablaba de su ausencia en el Vive Latino (veto por broncas con seguridad) y aclaraba que “no estaban separados; seguían trabajando”). La última vez que supe de ellos fue una vez que los vi en Motel Diablito y los sigo viendo iguales: prendiendo banda.
Es interesante ver los escalafones de la prensa. Me cuelo en una parvada de fotógrafos que pasan por un atajo hacia otro escenario y veo todos los pequeños cuartitos y espacios que tienen para otros medios (¡hasta un billar!): Radio, televisión, revistas y estaciones de red, todas en secuencia como torres de multifamiliares.
Lori Meyers ya tiene su carrera bien definida y es obvio el control que tienen en escenario, permeando eso por vía remota a su público que coreaba cada canción. Nunca los había visto en vivo y de las marejadas de pop “fashion” que azotaron las costas a principios de los 2000, ellos siguen siendo marea alta.
No voy a hacer una apología de De La Tierra por cuestiones personales, pero tampoco soy tan reaccionario como para maldecir a una banda sólo porque un integrante suyo está en una de las peores bandas de la historia. Sepultura, A.N.I.M.A.L. y Los Fabulosos Cadillacs también estaban presentes y no soy fan del metal, pero no había mayor pretensión en escena que hacer el espectáculo rockero que a muchos se les negó hace un par de semanas.
Sí, la mayoría del público eran chavorrucones. Sí, usar pirotecnia y llamaradas está gastado. Pero es metal y lo tocaron bien. Y de nuevo, el público respondió bien. Si te conectas tan bien con la gente, ¿realmente será muy malo lo que hay en el escenario? Quiero dejar el juicio final a alguien que sí sepa de metal. Lo que yo vi me entretuvo (pero no compraría su disco). Aparte: por cada metalero “mamón” que te pudieras encontrar, siempre hay uno que tiene humor para alegrarte el día. Cita: “estos güeyes están usando los fuegos artificiales que remataron después del Hell”. Pasó, neto.
Me retracto de lo que dije: Calle 13 prende a la banda y comulgan con sus fans. No me gustó, pero me quedé a dos terceras partes de su show. No lo haría de nuevo, pero al menos puedo decir que lo intenté.
Los Tigres del Norte, eh, no soy tan abierto como quisiera creer. Mi último Vive Latino había sido en el remoto 2006. Sabía que había crecido y está bien que haya más escenarios y más opciones. A pesar de que el cartel se sentía un poco flojo este sábado, acabé con una buena impresión en general.
Sí, hubo algunos problemas de organización (como en todo festival) y sí, muchas veces te quedas con cara de “¿quién?” al ver tanto nombre desconocido, pero a final de cuentas, muchas de las bandas que me han gustado las conocí primero por show en vivo y luego por disco.
Pensemos en el Vive Latino como un sampler que te cansa físicamente: algunas cosas te encantarán, otras no las volverás a escuchar.