ESTEBAN CISNEROS
No es retro y tampoco novedad… sólo es lo de hoy.
Es la década de 2010 y todos los tiempos pop confluyen aquí y ahora. La manía (¿o necesidad?) por resumir un Siglo XX desquiciado y lleno de cosas ha hecho que el pasado sea presente y convivan muchas maneras de ver el mundo.
Lo de Nick Waterhouse no es retro (¡por favor!) y tampoco novedad, es sólo lo de hoy. Así se aborda el hacer música en 2014: viendo al pasado para mirar al futuro, porque el presente no ofrece piso en dónde sostenerse. O algo así.
Holly es el segundo LP de Nick Waterhouse, criado en la escena de Orange County, y tiene lo suyo, así que dejemos de hablar de si es revivalista o no: lo que importa es que es un gran músico.
Sigue enraizado, claro, al R&B y al soul de hace cincuenta años, al XX, a sonidos que ya nada tienen que ver con la moda y sí con la trascendencia del ritmo. Por si fuese poco, da un paso adelante en la confección de un multiverso propio y usa sus canciones para contar una historia en la que caben Raymond Chandler, Chinatown, los viejos pulps de diez centavos y las leyendas urbanas de Los Ángeles.
Waterhouse llamó a su nuevo disco su “Mullholland Drive particular” y no anda tan errado; yo agregaría que, por fortuna, este Mulholland Drive puede bailarse, escucharse a todo volumen en el auto y usarse para impresionar a las chicas, además de que dura media hora, como los grandes discos.
Por si no fuese obvia su incorporación al Multiverso Waterhouse, hay versiones más que potables a Mose Allison, Isaac Holt y Ty Segall. Hoy los músicos versionan para evidenciar influencias o para homenajear; Waterhouse lo hace por afinidad.
Así, Holly reivindica al LP como aquella vieja e importante entidad que funciona como colección de buenas canciones reunidas en un solo medio, pero también con la idea de álbum que surgió a finales de los sesenta del XX como objeto conceptual y artístico. La reivindicación es más que necesaria en una era en que todos los tiempos pop confluyen aquí y ahora, pero de manera incorpórea en el fantasma del emepetrés.
Nick Waterhouse lo ha hecho de nuevo y tengamos por seguro que lo volverá a hacer. La música ya no entiende de épocas y él así lo sabe y se aprovecha del asunto. Es decir, está construyendo el futuro. A su manera. Creando multiversos para habitar. Ojalá esto signifique que el presente de mañana tenga un piso en donde sostenerse. Y, por supuesto, en donde bailar. Si no, para qué.
C/S.
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