Tijuana es musical. Y esto es una aseveración imposible de contradecir. Razones hay varias. La última esquina de Latinoamérica es un lugar bullicioso, conflictivo, de cruce de culturas. Y el caso de Delta-Sine no viene sino a confirmarlo una vez más (como si fuese necesario).
El proyecto de Luis Murillo, ya longevo, es un referente de la música electrónica del norte de México, y está de regreso con nuevo material, Delincuentes (Independiente, 2018).
“Delta-Sine empezó como un experimento con secuenciadores y módulos midi”, nos dice Murillo. “Pero mucho antes toqué guitarra en la iglesia y en varias bandas locales como Airplane To Garcéa y War And Cinema”.
El proyecto terminó por cocinarse a inicios de los 2000 en San Francisco, a donde Murillo emigró como muchos otros tijuanenses que se van a la Alta California.
Autodidacta entusiasta, soñaba con la vida de un rockstar guitarrero. Pero los sonidos electrónicos pudieron más…
“Hubiera sido muy fácil escoger el sendero del DJ, consiguiendo y tocando rolas de otra gente, montando la ola de otros productores. Pero a mero adentro siempre quise ser músico, lo sentí como un llamado de un poder más alto. Mi meta era hacer un tipo de música honesta que al final se pudiera sostener sola en un instrumento acústico”.
Como niño de los 80, soñaba con la música del futuro. La música de los 90 terminó por moldear el estilo musical de Delta-Sine: “Mi padre compró un estéreo modular a mediados de los 80 y me impactó el módulo de ecualizador. Aunque era muy básico, tenía faders con buen rango donde se podían aumentar y cancelar frecuencias y escuchar sonidos tipo low-pass filter. En esos tiempos, yo veía caricaturas los sábados en la mañana como Transformers y Silverhawks…”
“Recuerdo escuchar ahí sonidos como filtros análogos y vocoders. Ya en la prepa, las épocas de MTV latino, escuchaba a Soda Stereo que acababa de resurgir, Illlya Kuryaki le estaba metiendo shock y glam raro al rap latino, y pasaban Aeon Flux y The Maxx todo en el mismo canal. Pero ninguna banda tuvo tan larga impresión en mi vida musical como Marilyn Manson. En específico, fue el álbum conceptual Mechanical Animals (1998); siento que ese disco, en niveles de producción, aspecto visual, y composición, fue la obra maestra de la banda”.
Los inicios de Murillo como músico fueron muy alejados de su proyecto actual. “Empecé una banda con unos chavos de la iglesia pentecostal que frecuentaba”, cuenta Murillo, explicando su necesidad de hacer música con instrumentos, antes que con computadoras. “Nos prestaban un espacio y equipo PA para practicar. Tocamos mucho y muy seguido y aprendimos los principios del sonido en vivo. Llegamos a tener reconocimiento global en la red de iglesias.
Tras un breve proyecto electrónico, SEN/SEI, decidió renombrarse. Delta-Sine se inspiró en un local de venta de vaporizadores de hierbas medicinales. “Se llamaba Delta Nine”, recuerda Murillo, “una referencia a dos cosas: una fuerza militar de élite y a la molécula formada cuando se come esa hierba mágica (el nombre completo de esa molécula es 11-hidroxi-delta-9). No fue por coincidencia que mi segundo disco se llamó 11-hidroxi.”
Delta-Sine tiene ya cinco discos digitales (y una versión “pirata” de Delincuentes, el disco en forma de demo con versiones tempranas de todos los temas), que han visto su camino al vinilo también. Porque Murillo es un loco del formato físico, y también de la tecnología musical. “Nunca he usado un DAW para componer. Mis herramientas primarias son el secuenciador Electribe2, un módulo FM, un teclado y otras cajas rítmicas. Me gustan los monosintes análogos con VCOs de verdad, se le sacan sonidos más interesantes; desafino los osciladores para que se oigan guangos”. Planea cada sonido como si fuese una orquesta analógica, como un productor y su grupo con instrumentos acústicos. Se nota en una música llena de detalles, que “puede hace bailar pero, sobre todo, pensar”.
Su último disco, Delincuentes, incluye siete tracks grabados por Matia Simovich. “Es un disco inspirado por el desprecio sentido por las clases más bajas de nuestra sociedad” explica Murillo. “La portada es una foto del canal del Río de Tijuana, tomada sobre el puente peatonal de la Colonia Federal, rumbo a la Coahuila. Cuando viví cerca de la línea, en Estados Unidos, cruzaba por ese puente; hay un desmadre por abajo, basura y mierda tirada por todos lados, pestilencia. Hace unos años había un grafiti en letras gigantes que se leía ESTO ES TIJUANA. Y esa frase no miente”.
Delta-Sine aprovecha el lenguaje universal de la música para dejar un mensaje claro: “En Estados Unidos nos llaman “delincuentes” por tener piel oscura. Quiero dedicar el disco a todos los mexicanos que de veras la están perreando.”
A pesar de los años viviendo fuera del país, Murillo vuelve cada que puede y aprecia Tijuana. “La neta que en México sí hay público educado que aprecia la buena música, porque saben que es una parte muy importante en esta vida. En Tijuana la escena está a toda madre, hay una cultura de colaboración”.
Delincuentes es una de las propuestas más interesantes de lo que va del año 18. Y, por suerte, Murillo sigue con planes. “Una de mis metas es tener un concierto unplugged en el que pueda tocar canciones de mi catálogo con un piano y looper, o con pianos secuenciados”. Y sobre su catálogo, dice: “Quiero dejar una serie de discos y dejar que pase el tiempo, que en diez o quince años ande un güey buscando y se los encuentre en el bargain bin y le dé una experiencia profunda e instrospectiva. Que encuentre un disco perdido por décadas…”
Si eso sucede, será mejor escuchar Delincuentes (y el catálogo de Delta-Sine en pleno) para, en diez o quince años, pasar por un viajero del tiempo.
C/S.