JUAN ESTEBAN OSORIO
Por estos días, el mejor disco del rock colombiano cumple 20 años. Tal vez muchos no lo recuerdan o ni siquiera lo tengan registrado. Pero es así de simple: Lavandería Real, de Bajo Tierra apareció en 1997 y hasta ese entonces no hubo nada igual de bueno. Ni después.
A finales de los 80, los miembros sempiternos del grupo, Lucas Guingue y Jaime Pulgarín, empezaron una banda que correteaba entre el new wave, el ska y rezagos del punk, todas influencias presentes en su disco más notorio.
Luego de varios años en la correría de encuentros y exploraciones musicales, en 1997, aliados con Camilo Suárez en la voz, y un grupo de músicos que entraron y salieron del grupo, como comensales de una fiesta, aparecieron con Lavandería Real.
El disco proponía un sonido particular que bien pasaba por unas guitarras eléctricas afiladas y listas para sostener un ritmo rockero energético –como en “Mirella Fashion”–, o se bajaban a un sótano lóbrego con reminiscencias a salsa neoyorquina decadente en una canción tristísima como “Las Puertas del Amor”, que apestaba a cantina a las 2:45 de la mañana.
Con una apuesta de intros habladas y uso de samplers como anuncios de radio, además de los últimos versos del himno nacional, extractos de María Félix en la película Doña Bárbara y hasta unos versos del poeta nadaísta Gonzalo Arango, el disco tiene una narrativa que pasa de canción a canción y que logra lo que solo esos discos con sabor a acetato tienen: una historia contada de lado A a lado B.
Los paisas además, tuvieron esa capacidad tan escasa de asimilar dichos, salidas, y acentos propios que se filtraron con la frescura y el buen humor que otorga la autenticidad de un proyecto cercano a su público, que acortaba las distancias de otras propuestas menos originales, más pretenciosas y acartonadas, que por esos días –y hasta los nuestros– circulan en el olimpo de baldosín del rock colombiano.
“El Pobre” fue un éxito tanto en radio como en presentaciones en vivo. El lamento de ese perdedor –tan colombiano y universal al mismo tiempo– que arriesga todo por beber, irse de juerga con fulanas y apostarlo todo sin ganar nada, es ya un clásico, y para algunos, efectivamente una de las mejores canciones que se han compuesto por estas tierras.
Pero ese Pobre, como en la vida real, no estaba solo. Vino acompañado de otras diez joyas que navegan con soltura entre el rock, el pop y una mezcla de géneros que tiene cierta semejanza natural con los mejores trabajos de Mano Negra. Cuenta a veces, con esas claves locales que solamente entienden los nacionales, pero que para los extranjeros puede ser un bonito enigma que no hace falta resolver, solo disfrutar.
Lavandería Real no tuvo mucha continuación; la banda se relajó y se fue disolviendo entre otros oficios y varios destinos. En 2006 hubo una reunión corta, con un nuevo disco, Los Días Adelante, de muy buena factura también, pero sin la solidez y el punch de este trabajo.
Si aún no lo conoce, hágase un favor: escúchelo y replantéese lo que cree conocer del rock colombiano.