JUAN ESTEBAN OSORIO
Las Malas Amistades son como una leyenda en el panorama musical colombiano. No tocan en ninguna parte; rara vez aparecen en público, sus discos son objetos de culto, y aunque aseguran que existen, aparte de un puñado de canciones (o varios, porque ellos dicen que tienen más de 100), su trabajo es un referente para los iniciados en su música. Es como si existiera un código secreto para llegar a ellos.
La historia en sí misma parece una obra de ficción: empezaron a tocar en el 94; eran cinco, aunque hoy se anuncian solo como tres: Humberto Junca, artista plástico y profesor universitario; Manuel Kalmanovitz, periodista, crítico de cine de la revista más importante del país, y Ximena Laverde. Ninguno es músico de formación, pero les gusta la música y defienden eso como su móvil del crimen.
Entre ires y venires, han tocado casi 25 años juntos. Sus integrantes rondan los cuarenta hace pocos años, y se siguen portando como unos adolescentes en lo musical, lo que sigue siendo una virtud.
Ellos se definen como “nueva canción latinoamericana de baja fidelidad”. Sus métodos no son menos particulares: cuando empezaron, tocaban una canción y la idea era no repetirla. Con el tiempo descubrieron el encanto de tocarla otra vez. Se negaron a presentarse en público durante mucho tiempo (los ataques de timidez les ganaban) y aunque a veces los tienta, se resisten. Es casi como si uno llamara a Los Magníficos: si sabe cómo ubicarlos… ellos pueden ir a una casa a tocar. Pero hay que ir a encontrarlos.
Tienen cuatro discos que son tan difíciles de conseguir como si fueran incunables. En 2005 firmaron con el sello neoyorquino Psych-o-Path Records, con el que lanzaron el disco Jardín Interior. Y casi no la creen cuando les llegó la invitación de Honest Jons, un sello independiente del Reino Unido patrocinado por Damon Albarn.
¿Y entonces? ¿Cómo encaja toda esta historia con una banda que apenas si existe, que realmente es más una leyenda que una invitada al circuito regular musical colombiano? ¿Son… rock? ¿Folk? ¿Son?
Son tres personajes a los que les gusta hacer música con unas letras absolutamente cotidianas y montadas en melodías sencillas, sin mayores efectos, armonizadas por un teclado, una guitarra y algunos efectos de percusión, todo lo anterior sin la idea de amarrarse a absolutamente nada.
No parecen depender de ningún sello, necesidad o compromisos de tocadas, porque al parecer ninguno de sus miembros vive de la banda.
¿Raros? Completamente, casi subversivos, y eso en un país como Colombia, que tanto sabe de subversión, puede parecer peligroso. Pero no. Sus canciones son pequeñas, para oír solo, algunas para reírse, otras para pasar una tristeza o compartirla. Algunas son piezas instrumentales y otras son como fotos comunes y corrientes hechas canción.
Canciones cortas y contundentes, como el punk… aunque sin su rabia y desafine, aunque quizá a veces comparten su intención de molestar. Acompañar. Estar ahí. Y nada más.