ARTURO URIZA
Hace tiempo me topé con un video donde un coleccionista explicaba las cosas que se pueden saber de un vinilo sin escucharlo. Hablaba de lo que se puede conocer con solo ver el material, condiciones y diseño del álbum. Por ejemplo, la calidad de un disco de Estados Unidos durante los setenta, el plástico y gramaje, el diseño del sleeve, si contiene catálogo como publicidad. O de las particularidades de las ediciones alemanas e inglesas, que contienen bolsas de plástico antiestáticas y formas específicas para que el sobre quede hacia arriba y no se meta el polvo, en fin.
Menciono esto porque en mi colección, probablemente el disco más maltratado sea este de Three Souls In My Mind. Este LP, además está fuertemente ligado a mis recuerdos más tempranos, ya que era parte de la colección de mi padre, la cual se había visto reducida sepa dios por qué, pero en la que aún se encontraba este documento del rock mexicano, el cual desde ese entonces ya estaba maltratado, lo cual me hizo suponer que lo escuchó en numerosas ocasiones. Este disco me hablaba sin siquiera escucharlo, y por mucho tiempo no sabía qué era lo que tenía. La portada tiene un extraño encanto, que muestra una colorida población del Reclusorio Oriente entre los que destaca en primer plano un viejito sin piernas que se mueve al ritmo de TSIMM.
Este lanzamiento, además parece ser de los primeros de Discos Denver, ya que el número de matriz en el plástico es un 2-001 y fue grabado en 1978 en directo desde, como su nombre lo dice, el Reclusorio Oriente de la Ciudad de México, cosa que no sé si sea posible en estos días, y que también llama mi atención por dos cosas: primero, si esto fue una moda entre las bandas de rock en México como reflejo de los ejemplos en E.U. y si tenía alguna razón social de por medio, cosas que tal vez solo podrían ser respondidas por Alejandro Lora, Sergio Mancera y Carlos Hauptvogel. Este último por cierto, es hasta donde sé, el dueño legal del nombre Three Souls In My Mind, quien debo decir, es el que más me sorprendió la primera vez que escuché este disco.
Después de una introducción del director del Reclusorio, una guitarra aguda aparece y se acompaña inmediatamente de una batería tremenda, rápida y potente. Oye te voy a invitar a probar de la droga que acabo de conectar… dice la canción, y es algo que jamás había escuchado. El bajo es constante y fuerte, hay muchos arreglos y un solo repentino de guitarra bastante largo, el cual no le pide nada a cualquier contemporáneo de otras partes del mundo. La voz es rasposa, pero sin exagerar. Así el disco se traslada entre rolas de blues y rock, entre algunas de protesta como “Abuso de Autoridad” y “Nuestros Impuestos”, la cual cierra el disco. Hay un cover a “Mannish Boy” de Muddy Waters (bastante bueno por cierto), uno a “How Blue Can You Get” de B.B. King y una pieza llamada “Tributo a Jimmy”, que es en honor a Jimi Hendrix.
En la tradición del Folsom Prison de Johnny Cash, Three Souls incluye una canción llamada “Reclusorio Oriente”, por supuesto dedicada a los presos, al igual que “Santa Marta”, en la que explican que la compusieron para la ocasión en que tocaron en la Cárcel de Santa Marta… Hay que aclarar que ninguna de las dos goza de la genialidad lírica o musical del llamado “Hombre de Negro”, pero que sí hace un despliegue interesante de las habilidades musicales de los tres miembros, especialmente de Sergio Mancera, el guitarrista.
Seguro recuerdan la parte de la película High Fidelity, donde Rob dice que está reordenando su colección de discos de forma autobiográfica. Si yo tuviera que hacer eso, el primer disco que estaría ahí sería este de Three Souls In My Mind.
Lo escucho de vez en cuando, y si de por si la grabación se nota mala, los cracks y pops del vinilo gastado no ayudan, sin embargo, es de mis favoritos en la colección, y eso que ni siquiera es tan bueno, simplemente es un gran recuerdo, una gran historia, una herencia y una forma de comenzar.
Algo que me recordará siempre mi niñez y que me hace imaginar a mi padre escuchando discos durante su juventud. Y eso sí, me hace estar plenamente convencido de que “Oye” es una de las mejores canciones de rock en español, lástima del camino que el señor Lora tomaría después, porque aquí había algo interesante.
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