A todos nos sucede, es inevitable…
CARLOS CELIS
El paso del tiempo es implacable y jala parejo. Las nuevas generaciones tienden a creer que a ellos no les ocurrirá o que tienen mucho tiempo por delante. Pero con la proliferación de bandas, la apropiación del indie por parte del mainstream y –como ya es obligado mencionar– el cliché del internet y la velocidad con la que se propaga la información, la realidad es que las generaciones de bandas nuevas gozan cada vez de menos tiempo en el reflector y solo las más exitosas continúan, ya sea como artistas legitimados por las ventas y/o fama, o como músicos con un culto de fieles seguidores.
En la primera década de los dosmiles las cosas también se veían así. Aparecieron un sinfín de proyectos nuevos con una actitud tremendamente fiestera y solo los más enterados se dieron el lujo de bailar al ritmo de sus primeros éxitos underground, hasta que llegó su momento y el mainstream los absorbió. Fue por esos días que disqueras independientes como Ed Banger y Kitsuné nos presentaron, entre muchos otros, a Boys Noize, Bloc Party, Cut Copy, Digitalism, Uffie, Justice, DJ Mehdi y por supuesto Yelle.
La cantante francesa Julie Budet y su cómplice musical Jean-Francois Perrier (mejor conocido como Grandmarnier), se unieron a otro reconocido DJ underground, el también francés Tanguy Destable (alias Tepr) y con el nombre de Yelle se convirtieron muy pronto en una de las bandas consentidas de aquel resurgimiento nü rave.
Ahora presentan su tercer álbum, Complètement fou, y sí vale la pena hacer este recorrido por su aún breve historia para tratar de entender qué es lo que nos están proponiendo musicalmente y hacia dónde se dirigen en este espinoso mercado discográfico.
Aunque ya producían sus primeros demos desde el 2000, su primer éxito fue la canción “Je veux te voir”, en 2005. Pero un evento totalmente azaroso es el que más ha influido en su carrera y probablemente defina su futuro inmediato. En algún momento de 2008 conocieron a Katy Perry en una edición de Coachella y la cantante pop quedó fascinada con ellos, brindándoles enseguida su apoyo, que se tradujo en dejarlos remezclar su éxito “Hot ‘N Cold” y hacerlos teloneros de su gira.
Yelle, que hasta la fecha solo cantan canciones en francés, gozaron entonces de una entrada muy amable a los Estados Unidos. Fueron días en que los hipsters estaban de moda entre los gringos de Nueva York, y en que programas de televisión influyentes como Saturday Night Live presentaron artistas como Ellie Goulding y Lana Del Rey, e incluso montaban sketches completos alrededor de canciones como “A Cause Des Garcons”, de Yelle.
Pues bien. Complètement Fou es quizá el álbum más pop de Yelle; una banda que nos tiene acostumbrados a “mover la patita” con canciones bailables. Es por ello que arranca con tres temas rítmicos, entre los que destaca “Ba$$in”. Pero a partir de “Les soupirs et les refrains”, el álbum se transforma en una colección de canciones pop con el mismo sonido ingenuo, donde solamente temas como “Moteur Action” y “Jeune fille garnement” nos regresan las ganas de bailar.
Para ponerlo con ejemplos a la mexicana, seguir permitiéndole a Yelle esas cancioncitas ingenuas sería como si también se lo permitiéramos a María Daniela y su Sonido Laser, cuando es claro que a ellos, nuestros compatriotas, tiene años que no se los perdonamos.
En este nuevo álbum está involucrado Dr. Luke, el productor y de alguna manera creador de Katy Perry. Y remontándonos a esos aspectos históricos del proyecto francés, sería la primera vez que se nota un apoyo más sólido de parte de la familia musical de Katy, al ser firmados por el sello personal de este importante productor norteamericano, algo que definitivamente tendrá que influir en el desarrollo de este lanzamiento. Esperemos que a Katy solo tengan que deberle un contrato y no el final de la banda.
Pero algo que definitivamente hay que aplaudir de “el caso Yelle” es que, en un mundo donde la promesa de la globalización se cumplió, nos recuerda la verdadera magia de la música, esa que logra gobernarnos con ritmo y melodía, y donde el idioma no importa, ni las razas, ni el género o las preferencias (sexuales o musicales). Lo que importa es gritar, brincar y bailar.
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