Sicodelia que demandará más de una visita al no creyente.
SAMUEL VALDÉS LÓPEZ
30 Odd Foot of Grunts. Dogstar. Thirty Seconds to Mars. She & Him. Warpaint. ¿Qué tienen en común? Uno de sus integrantes es un actor (o actriz) que después se integró a una banda, sacando discos con resultados variados. Pero sólo el tiempo, que es el gran justiciero, siempre determina cuáles fueron proyectos de vanidad y cuáles se aventaron la titánica labor de encontrar un sonido propio.
Con un EP y un álbum anteriores que les ganaron una legión ferviente y merecida de fans, Warpaint arremete en 2014 con su segundo disco, titulado Warpaint; una impresionante travesía que sin abandonar los sonidos psicodélicos y disonantes que vienen explayando desde Exquisite Cadaver encuentra a la banda ofreciendo otra rebanada de su experimentación.
Vamos, un buen símil sería a lo que hizo Silversun Pickups con Neck of the Woods: añadir elementos electrónicos sutiles para expandir el sonido, sin hacer una metamorfosis a escarabajos musicales.
Warpaint es un disco que se antoja más para los horarios nocturnos, funcionando tanto como fondo en lo que te quemas las pestañas o simplemente para ponerte cómodo con los audífonos y hundirte en las atmósferas que crea la banda. Sugiero un té de yerbabuena y manzanilla mientras escuchas la deleitable “Go In”, una de varias piezas de ritmos lentos y adornados al estilo barroco.
Hay momentos del disco que te alejan de los viajes psicodélicos sesenteros y que se sienten más como un dream pop ochentero, al puro estilo de The Sundays, tal como la soñadora “Love is to Die”. “Drive” tiene un poco de ese dream, pero también remonta a los momentos más ambientales del ULTRA de Depeche Mode; atmósferas que fluyen como manantiales, acompañadas por las celestiales voces que Warpaint saca como Flor Imperial para derribarte de un manotazo.
Por ahí se le ha achacado a la banda que hace “atmósferas bonitas sin estructura.” Mi respuesta sería que justamente eso hace las canciones de Warpaint algo más onírico, lo que particularmente me las dibuja más como un sueño lúcido.
La cerradora “Son” es perfecta gracias a ese acercamiento musical y la joya que es “Biggy” crece caóticamente como la escarcha en la ventana de un día helado.
Después de agasajarnos con sus trabajos anteriores, Warpaint ofrecen un segundo disco que sigue siendo como una varita de incienso ardiendo lentamente en un cuarto pequeño.
Esta vez, el lento caer de las cenizas lleva un sonido mecánico, casi inhumano que yuxtapone perfectamente con el cálido brebaje musical que la banda sabe preparar muy bien. Sicodelia bien hecha, que tal vez demande más de una visita al no creyente y otra marca positiva al convertido.
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