ALEX CASTRO • Se entiende el cierre, no la forma tan fría e impersonal en que se van.
Todos saben por qué están cerrando Tower y tantas tiendas de discos en el mundo: Ya no es negocio, esencialmente porque ya nadie paga por lo que puede conseguir gratis (o a un precio de risa, en el caso de la piratería en países como México).
Pero hay más, al menos en el caso de esta sucursal. Tower ya no era cercano a la gente, como en su mejor época, cuando se distinguía por ser una tienda cálida, en la que los dependientes eran melómanos que te guiaban y recomendaban discos de acuerdo con tus gustos (a diferencia de la competencia). Y es que Tower Records se convirtió, desde que la “rescató” su principal competidor, en un eslabón más de la cadena que todos conocemos. Era eso o la muerte.
Tan lejano de la gente estaba Tower, que ni siquiera se tomaron la molestia de hacer esa tarea, aparentemente hoy tan indispensable, del marketing en línea. Apenas hace unos días, la tienda abrió su cuenta de Twitter… para dar a conocer que cerraban. Un hola y adiós simultáneo.
Este 31 de enero fue el último día que Tower Records Altavista abrió sus puertas, por lo que fui a visitarlo por última vez, más movido por la nostalgia o el morbo que por los precios de “liquidación”, que no tenían nada de atractivos.
Como buen romántico amante de las causas perdidas, quise ver por última vez su letrero luminoso sobre Avenida Revolución, pero no se veía; estaba totalmente cubierto por árboles frondosos. Seguramente alguien decidió hace meses que ya no era necesario descubrirlo. Porque obviamente, la tienda ya era un muerto en vida.
En cuanto entré, mi primera conclusión fue que la dichosa “liquidación” no motivó a nadie. Cuando mucho, había tres clientes por ahí merodeando. El resto eran empleados indiferentes; no felices ni tristes, sólo entregados a su rutina de empacar discos o amontonar estantes. Probablemente algún cajero de un banco, en algún lugar, haga lo suyo con más pasión.
Traté de entrevistar al gerente, quien rechazó mi petición argumentando una gran carga de trabajo. Ante mi insistencia, dijo que no le permitían hablar, que si quería una versión oficial llamara al corporativo de Mixup. ¿Pero quién quiere una versión oficial? ¿A quién le sirve?
El hombre apenas agregó que mucha de la mercancía se repartirá en las otras tiendas Mixup, igual que los empleados. Y que los discos de las trasnacionales se les devuelven a éstas. Pensarán que lo que no se vendió aquí se venderá allá.
Yo no espero que cambien las cosas, no soy tan ingenuo. Sé que esta es la suerte de las tiendas de discos. Pero estoy seguro de que Tower era de las que merecía una despedida más digna. Ya sólo quedan cuatro sucursales… ¿Cuál será la siguiente? Que empiecen las apuestas.
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