MARÍA MERIOMA
FOTO: Olivier Hoffschir/ Rock en Seine
Puede sonar redundante y obvio decir que Rock en Seine, un festival de París, es extremadamente francés pero si tenemos en cuenta que hay festivales que aunque cambien de país la sensación es la misma, un punto diferenciador de Rock en Seine, especialmente tras el aterrizaje de Lollapalooza en la capital francesa, es que todo es extremadamente francés.
Ese espíritu marcó nuestra asistencia al festival parisino desde que pusimos un pie en él. En principio no nos encontramos con muchos colegas periodistas de otros lugares, de hecho en todo el festival nos cruzamos sólo con una danesa. Entre el público -calculado sin cifras oficiales, porque no supieron dárnoslas- probablemente sólo el 10 por ciento de los asistentes eran extranjeros.
Los artistas más seguidos y valorados fueron los nacionales. En el escenario principal vimos cómo Jain llenó por completo el espacio hasta el punto de tener seguidores ubicados en lugares de visibilidad muy reducida a falta de otra opción. La cantante de Toulouse es de lo más destacable de los tres días por varias razones, pero la cantidad de público es la primera, la segunda es que la mayoría se sabía todas sus canciones.
Y la tercera algo que ella misma nos comentó el año pasado en Sziget sobre su concierto: en aquella ocasión la vimos sola con sonido 100% electrónico un tanto alejado de como suena en su disco, por lo que una de sus metas era integrar más músicos en el escenario, y lo logró. Rock en Seine fue de sus primeras apariciones acompañada por cuatro músicos y un skater que dio vueltas en un par de canciones.
El último día del festival, Deluxe fue la agrupación francesa que pasó por la Grand Escene aplaudida por varios miles de personas que si bien no estaban desde el inicio del show como con Jain, sí hicieron que al final resultara de los más multitudinarios de media tarde. La diversión sobre el escenario con ellos está asegurada, en esta ocasión entre su estética sonora y visual que transporta al cabaret, al teatro y, por momentos, a un carnaval y que, al estar en casa, la forma de entenderse con el público fluía con normalidad el resultado fue un espectáculo para no perderse en Francia.
Así, durante las tres jornadas pudimos ver el éxito que tienen agrupaciones locales nuevas o con trayectoria entre sus connacionales. En ningún momento vimos un escenario vacío, fuera de la novísima banda Inuït, que se encuentra apenas preparando su primer disco o el DJ Panda Dub que con diez años de carrera ya tiene un público amplio y fiel.
En cuanto a las presencias internacionales, el primer día con The Pretty Reckless pasó algo peculiar: en nuestras redes se movió muchísimo lo que compartimos, aunque en realidad no hubiera tanto público en el lugar, contrario a Franz Ferdinand, que cerró esa noche con fans de todas las edades enloquecidas hasta el punto de darnos un poco de miedo.
Tras finalizar su concierto con “Could Be You” al grito de “Vive la France” Allah-Las se llevó al público en el bolsillo, aunque ya lo tenía desde que salieron al escenario. Se les notaba contentos y lo manifestaron verbalmente. Dos días antes de su paso por Rock en Seine su concierto en la ciudad holandesa de Rotterdam fue cancelado por amenaza terrorista, así que enfatizaron en lo difícil que había sido llegar al festival entre canciones como “Busman’s Holiday” y “Sacred Sands”, que fueron de las más seguidas por los asistentes.
A Black Lips fuimos a verlos por curiosidad, esa que desatan las palabras con las que los describen en los programas de los festivales, aunque esta vez la advertencia sólo era para las “almas sensibles”. Puede ser que no estuviésemos ubicados en el mejor sitio para ver lo que se cocía en el escenario, tampoco es que se pudiera porque estaba a reventar el lugar, pero no vimos acciones polémicas que pudiesen herir la sensibilidad de nadie. Lo que sí hubo fue un guiño al leitmotiv de este resumen: espíritu francés, con su versión del tema “Hippie, Hippie, Hoorrah” de Jacques Dutronc; los franceses se sintieron más que complacidos y cantaron al unísono.
Para el segundo día de Rock en Seine ya nos habíamos percatado de otra característica gala del entorno y era que aunque había puestos de comida internacional, en absolutamente todos se vendían papas “a la francesa” (que aquí se llaman simplemente “papas fritas”), no importaba si era un puesto de comida Thai o de Etiopía o de burritos, absolutamente todos ofrecían frites. Además, la comida internacional se concentraba en un lugar específico del recinto, del resto el encuentro gastronómico era con crêpes, raclette, sandwiches, baguettes y la comida rápida de todos: pizza y hamburguesa.
Sobre la misma línea gastronómica otra señal de que estábamos en Francia era que había puestos de productos locales, como de ciruelas de Lorraine (muy típicas para hacer licores y tartas) y entre un escenario y otro nos ofrecieron una degustación de queso roquefort, como en el supermercado. Es como si en el Vive Latino hubiera un lugar dedicado al aguacate o en el Primavera Sound te ofrecieran una degustación de calçots.
Así pasó la segunda jornada en la que vimos a Lee Fields transformar el Escenario de la Cascada en un templo con él como predicador y cientos de fieles cantando con él o cerrando los ojos cual escena de película con temática religiosa. Los mensajes de paz y de unidad no se hicieron esperar, fue de hecho sobre lo que versaron las palabras que pronunció entre algunas de las canciones.
La presencia de Little Dragon en el mismo escenario fue secundada por un público que se comportó de maneras muy diferentes ante los suecos. En la parte de adelante, pegados a la barrera, los más animosos que cantaban y gritaban todo lo que sucedía en las tablas, unos cuantos metros más atrás, a la mitad del espacio destinado al público, muchas personas bailando secundaban a Yukimi Nagano en sus movimientos, la segunda mitad del lugar estaba invadida por grupos o parejas sentados en el césped, escuchando, atentos.
@littledragonflicks los saluda desde #RockEnSeine después de charlar un rato con nosotros.
A post shared by LAPOPLIFE (@lapoplifecom) on
El resto de la jornada pasó con actuaciones bastante conocidas y experimentadas en varias ocasiones como las de Band Of Horses o The Kills y PJ Harvey, a quienes vimos y comentamos recientemente en Sziget 2017.
El recinto del festival no da la sensación de ser muy grande y, comparado con otros festivales no lo es. Aún así, un gran punto a su favor es que no se solapan los sonidos entre escenarios, ya sea por el orden en la programación o por la forma en la que están dispuestos, dirigidos hacia puntos cardinales distintos, nunca quedaba uno frente al otro o tenían una barrera natural como una fila copiosa de árboles.
Todo lo que escuchamos lo escuchamos bien y nunca hubo una queja por parte del artista o grupo en el escenario sobre el sonido generado por otro (algo que sí sucedió en Lollapalooza París hace unas semanas). Una de las separaciones naturales más evidentes entre escenarios era la ubicación del Escenario del Bosque, que estaba apartado casi en el límite este del recinto, arriba de una ladera delimitada por árboles a la cual era imposible acceder cuando estaba lleno, como nos sucedió con el rapero belga Roméo Elvis x Le Motel, ampliamente recomendado aunque gran parte del concierto sólo la escuchamos más que verla.
Con más fama y a un escenario más grande, el Escenario de la Industria, llegó poco después Denzel Curry, quien no logró con su espectáculo el mismo seguimiento que el belga ni el mismo ambiente. Poco más tarde, allí mismo llegó el pop retro de The Lemon Twigs, con mucho más público que Curry ante el cual Michael y Brian D’Addario ralentizaron y aceleraron el momento del atardecer a su gusto con canciones de su primer álbum Do Hollywood y adelantos de su próximo EP Brothers of Destruction.
El concierto más esperado de todo el festival, aparte del de Franz Ferdinand el primer día, fue el de The xx para cerrar la última noche en el escenario principal. El domingo no fue uno de los días de más afluencia en Rock en Seine, pero en ese momento no lo parecía; el estallido del público fue completo cuando arrancaron con “Crystalised”, pero el instante preferido fue notable cuando justo a medio concierto Romy Madley se quedó sola en el escenario para interpretar “Performance”.
Con esa imagen cerramos la 15ª edición de Rock en Seine al que acudieron 110 mil personas repartidas en tres días en los que en ningún momento se nos olvidó dónde estábamos: en Francia.