El nuevo rugido del León.
PABLO ISLAS
No cabe duda que Robert Plant es uno de esos cantantes inolvidables; una voz que no puede pasar desapercibida ni ser ignorada. ¿Quién no se ha quedado impactado al escuchar su poderosa voz haciéndola de vikingo en “Immigrant Song”, de Led Zeppelin?
Sin embargo, Plant ha ocupado en los últimos años el papel del malo de la película, al negarse, en reiteradas ocasiones, a una posible reunión con sus compañeros de Led Zeppelin para darle vida a una gira que seguramente sería inolvidable.
Pero… ¿quién puede ser capaz de limitar a este hombre que sigue experimentando con los sonidos del mundo que tanto le apasionan? Quizá Plant está satisfecho con esa faceta de su vida y ahora se ha dedicado a recorrer nuevas tonalidades sonoras. Basta recordar dos proyectos: el de country y los sonidos de Nasville, con Alison Krauss en el álbum Raising Sand (2007) y sus más recientes trabajos como solista, altamente influenciados por la música del norte de África, específicamente de Egipto y Marruecos, que inclusive delinearon el disco No Quarter (1994), que hizo con Jimmy Page.
Ahora regresa Plant con un nuevo material que bien podría resumir todos sus intereses: Lullaby and… The Ceaseless Roar. Un disco que inicia con la enigmática e hipnótica “Little Maggie”; canción completamente inmersa en los sonidos del desierto africano, con percusiones e instrumentos típicos del lugar que navegan sobre una base electrónica por la que se desliza la voz de Plant.
Siguiendo esos pasos aparece “Rainbow”, en la que deposita toda su experiencia al servicio de la canción; es decir, su voz se adapta a los sonidos creados por su nueva banda: The Sensational Space Shifters. No se trata del lucimiento del cantante, sino del conjunto de sonidos para crear una nueva obra.
Sin afán de odiosas comparaciones, Plant parece seguir los pasos del siempre bien querido Joe Strummer, que hacia el final de su carrera (sin saberlo), orientó toda su experiencia a sintetizar la música de diversas partes del mundo, creando una experiencia sonora muy enriquecedora.
Ahora Plant parece continuar por esa ruta, transitando de manera muy fluida, como queda demostrado en “Pocketful Of Golden”: sonidos de pads de sintetizadores aderezados con cuerdas y percusiones provenientes de Medio Oriente. Con un sonido más contundente basado en la guitarra eléctrica, se encuentra “Embrace Another Fall”, que inicia como si fuera canción de new age y estalla con notas aguerridas de la guitarra, para regresar a un estado de tranquilidad.
Un punto a destacar es el currículum de los músicos que lo acompañan. Todos de altísimo nivel. Por ejemplo, el guitarrista Justin Adams, que de militar en varias bandas punk, pasó a producir materiales para leyendas del rai de Argelia como Rachid Taha, además de producir discos para la disquera Real World, propiedad de Peter Gabriel y ganar tres premios Grammy. John Baggot no se queda atrás y es fundador del llamado sonido Bristol, una de las cunas del trip-hop. Ha colaborado con artistas como Portishead y Massive Attack. El baterista Dave Smith comenzó en el jazz y terminó recorriendo África en busca de nuevos sonidos, en especial de Gambia.
Con el talento de estos y otros músicos, Plant arma esta banda que le permite explorar y sintetizar nuevos caminos, como lo demuestra en “Turn It Up”, que rápidamente contrasta con “A Stolen Kiss” que solo es acompañada por unas cuantas notas de piano y cuerdas, destacando la parte más emotiva del hombre, como si se tratara de un adolescente enamorado. Una canción sorprendente, ya que transita por caminos que no le habíamos escuchado a Plant.
“Somebody There” es otra buena balada de este material con un sonido más tradicional y apegado al sonido de Plant de los noventa. En “Poor Howard” nos lleva en un viaje fantástico, ya que se escuchan de inicio las notas del ritti; un violín de una cuerda típico del norte de África y al mismo tiempo lo contrasta con una base sonora de las praderas del centro de Estados Unidos. Y todos los elementos fluyen y funcionan sin mayor contratiempo en un asombroso ejercicio de síntesis sonora: lo mismo nos planta en el desierto africano que en los pantanos de Norteamérica, aderezándolo con cantos y mantras de Medio Oriente.
Han pasado los años, y este león sigue rugiendo. No tiene planes de detenerse a contemplar el pasado ni de vivir de viejas glorias, simplemente porque su viaje no ha terminado.
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