ESTEBAN CISNEROS
Destapar la batería, cubierta por una sábana vieja (ese sonido de los platillos: hora de despertar). Desempolvar los amplificadores. Conectar las guitarras – ese zumbido, la electricidad está lista para hacer lo suyo. Afinar, dar el primer guitarrazo, un acorde para probar la distorsión. Todos a sus puestos y un-dos-tres-cuatro: RUIDO.
Pocas cosas, para mí, eran tan emocionantes como ensayar con una banda. O escuchar una banda en su cuarto de ensayo. Algunas de mis historias favoritas tienen que ver con ello. Puede que sean irrelevantes, pero importan para mí. Porque muchas de esas bandas con las que intenté sacar alguna canción que nos obsesionaba o a las que fui a escuchar porque había un amigo al que apoyar/una chica que me interesaba/la promesa de aprender un acorde raro/cervezas de por medio/la emoción de estar ahí (casi nunca era una sola opción) no trascendieron en el sentido estricto, pero fueron siempre una celebración de la creatividad, el estrépito, la juventud y la vida.
Shredd, trío guitarrero de Glasgow, suena justo a todo esto. A cerveza en lata, alfombras viejas y cuartos polvorientos, a sudor y electricidad, a ansia y a impudicia, a electricidad. A energía y esperanza. Chris Harvie, Mark Macdonald y Calum Wilson hacen una música tenaz de ritmo obcecado, con atención en los ganchos y armonías, estruendosa y prometedora.
Es ese tipo de música que se hace en cuartos de ensayo de suburbios, de proyectos, de zonas grises de ciudades vesánicas. El ruido y la furia de Macbeth, de Faulkner, de Spector, de los Electric Prunes, de los Pistols y los Ramones, de Shredd. De los estetas que han encontrado su rumbo en el uso de la electricidad como un fin, no como un medio; de los que han aprendido que los golpes construyen cuando se dan en compás de cuatro-por-cuatro.
Shredd es una maldita maravilla y apenas han lanzado un EP (en cassette, qué apropiado). Fueron firmados por Fuzzkill Records, un sello que significa emoción y vitalidad –aunque en realidad al adjetivarlo hago todo, menos hacerle honor. Trabajan con ahínco en su natal Escocia y seguro que escucharlos en vivo debe ser otra de esas experiencias que hacen que todo valga la pena. No sé si ya estoy idealizándolos pero, ¿no se trata el pop justamente de eso?
Esta música está lejos de irse. Y está más saludable que nunca, aunque su hábitat natural en estas épocas no es el mainstream. Es música para las iPods, sí, pero que siempre funcionará más en el ruido y el caos: en una vieja casetera, en una grabadora, en vivo.
Que el ruido sea siempre una celebración de la creatividad, el estrépito, la juventud y la vida. Shredd rifa y controla, he dicho.
C/S.