JOSÉ A. RUEDA
Antes de ser la actriz predilecta de Julio Medem (Lucía y el Sexo; Los Amantes del Círculo Polar), antes de ponerse a las órdenes de Amenábar (Abre los Ojos) y mucho antes de personificar a la malvada Zulema en la serie Vis a Vis… Najwa Nimri Urrutikoetxea cantaba.
A principios de los noventa, hacía sus pininos en algunos grupos de su Pamplona natal, soñando con ser una diva del soul. Ya en Madrid y de lleno en el mundo cinematográfico, conoció a un Carlos Jean obcecado en el sonido Bristol que consiguió guiarla hasta encontrar su voz.
Najwa asumió sus limitaciones vocales y optó por cantar más bajo, pero más fuerte. Más silenciosa, pero más agresiva. Más sensual, pero más hiriente. Como si susurrara desde el otro lado de la almohada tras una noche de alcohol y cigarrillos.
Editado por Subterfuge Records, el debut de Najwajean (Najwa Nimri + Carlos Jean) en 1998 supuso una rara avis en el mundo alternativo español, que aún no acostumbraba a las fusiones entre electrónica experimental y pop de vanguardia. La deslumbrante calidad de No Blood dejó huella en el sector profesional y convirtió a Carlos Jean en uno de los productores más solicitados del pop mainstream.
La apretada agenda de Jean (que tenía en las puertas de su estudio a artistas como Miguel Bosé, Marta Sánchez, Hombres G o Pastora Soler) impidió una continuidad regular con Najwa Nimri, que tan solo lanzaron dos bandas sonoras en los siguientes diez años.
Llegó entonces Till it Breaks (EMI, 2008), un acertado salto a la moda indie con un desparpajo rítmico-melódico que encajaba en las sesiones festivas de la época junto a Arcade Fire, Yeah Yeah Yeahs, The Faint y Franz Ferdinand.
Los tiempos muertos de Najwajean se fueron completando con los discos de Najwa, firmados así, con su nombre de pila (por cierto, de origen jordano), y apoyados por un séquito de músicos que fue creciendo poco a poco. Al principio, solo cambió a Carlos Jean por Raúl Santos para seguir explorando los mismos vericuetos (esto es: la ambientación digital, el futurismo galvanizado y los abrazos continuos entre el trip-hop y el house). Pero entre Carefully (Subterfuge, 2001) y Mayday (DRO, 2003), Najwa forjó una banda y se descubrió envuelta por aromas de rock ambiental que se habían desprendido entre capas sintéticas.
La progresión lógica desde la electrónica de portátil a la instrumentación tradicional se completó con el esmero lírico de El Último Primate (Warner, 2010) y Donde Rugen los Volcanes (Warner, 2012), álbumes en los que abandona las estrofas vacuas en inglés y ensancha los espacios estilísticos entre Najwa y Najwajean.
Si los discos con su nombre se decantan por la sensibilidad vital y la poesía contemporánea en la línea de Zahara o Christina Rosenvinge, el matrimonio artístico con Carlos Jean opta por el onanismo digital y los viajes de ida y vuelta entre el rave y el chillout.
El regreso de Najwajean el año pasado (2015) con Bonzo, acentúa estas diferencias y se antoja como una mirada al No Blood de hace 18 años, pero con el sonido de la pista de baile de hoy.