JOSÉ A. RUEDA
FOTO: Toni Ponix
La irrupción de Papá Topo en el mundillo indie fue tan intensa entre 2009 y 2013 que la estela dejada ha hecho que casi no nos hayamos percatado de los tres años que han pasado sin saber mucho de ellos. Y ahora que han vuelto, resulta increíble que este Ópalo Negro (Elefant, 2016) sea su primer álbum, pero es cierto que hasta ahora sólo había un EP y varios singles.
Las formas musicales de Papá Topo vienen escritas en las enciclopedias del indie-pop clásico: Grabaciones domésticas interpretadas con lo mínimo, melodías azucaradas de andar por casa y letras de sofá y manta en una suerte de banda sonora para el hogar.
Al resultado sonoro –que se llama twee-pop y lo inventaron The Pastels y Talulah Gosh, y lo desarrollaron Belle and Sebastian y Camera Obscura– se añaden tácticas contemporáneas de promoción independiente. Internet da a conocer a Papá Topo en 2008 a través de una ferviente MySpace, el mismo año en que Vetusta Morla copa salas y festivales con la única catapulta de la autopromoción.
El perfil de Papá Topo recibe mensajes halagadores de Guille Milkyway, de La Casa Azul (logro número 1) y a partir de ahí sus canciones de alma lo-fi y los vídeos que realizan en televisiones locales de Mallorca empiezan a circular por pequeñas webs musicales.
Una de esas revistas digitales, que comienza entonces su imparable ascenso, fue Jenesaispop. Además de hablar maravillas de ellos, la web consigue que los artículos sobre Papá Topo descuellen entre los más visitados del momento (logro número 2), en el que a la postre se convertirá en el medio independiente más exitoso de España.
El logro número 3 llega en 2010 con el fichaje discográfico por parte de (¡cómo no!) Elefant Records que, tan convencidos de su futuro, se atreven a presumir de haber contratado a la banda indie más prometedora de la recién comenzada década, equiparables a La Casa Azul en los 2000 y a Le Mans en los 90. El propio Milkyway, fan desde el minuto uno, se encarga de producir las primeras grabaciones profesionales de Papá Topo (logro número 4).
El 5 de marzo de ese mismo año, el inglés Everett True –reconocidísimo crítico musical en todo el mundo– incluye “Oso panda” en su blog, coronándola como la canción del día. Logro número 5 y banderillazo en la cúspide del pop fetiche internacional.
A partir de ahí no será raro ver a Papá Topo sobre escenarios españoles y británicos, mientras agrandan su pequeña discografía con dos sencillos más y el mini-álbum Rotación y Traslación (Elefant, 2012).
Papá Topo publican ahora Opalo Negro, un disco que alarga el menú estilístico para incluir algunos platos en los que son expertos chefs, como el pop sintético alaskeño (“Ópalo negro”) y la disco de bola de cristal y lentejuelas (“Lágrimas de cocodrilo”). Pero lo que predomina es la especialidad de la casa: el power-pop de piruleta y gafas de pasta que, con un pie en el yeyé de los 60-70 y otro en las series infantiles de los 80-90, despacha bombas de azúcar como “Chico de Plutón”, “Atormentada” o “Akelarre en mi Salón”. Adictivos hasta decir basta.