NICOLÁS GONZÁLEZ • Otro grande de la música de este país, a la altura de todos los conocidos.
En la década de los sesenta, en Buenos Aires, Carlos Cutaia era uno de los jóvenes que formaba parte de aquella cofradía poco organizada, medio bohemia y medio hippie que rondaba Plaza Francia y algunos bares hoy convertidos en mito, y que prácticamente inaugura la cultura rock en Argentina.
Tocó con las leyendas Miguel Abuelo y Pomo Lorenzo a fines de esa década; también con la deificación del rock local Luis Alberto Spinetta en Pescado Rabioso, hasta su disolución en 1976, para después integrar el “Dream Team” armado por Charly García para La Máquina de Hacer Pájaros, junto con Oscar Moro (ex Los Gatos), Gustavo Bazterrica (fundador de Los Abuelos de la Nada junto con Miguel) hasta independizarse a principios de los ochenta y grabar, de nuevo junto al baterista Moro, Ciudad de Tonos Lejanos, su primer disco solista, aún dentro de las filas del rock progresivo que había trabajado durante su paso por “La Máquina”.
Confieso que ese destacado curriculum no fue suficiente para que yo supiera de la existencia de Cutaia. La verdad es que lo que me hizo conocerlo fue Orquesta; su segundo disco solista, y que es considerado como el origen del tecno en Argentina, con todas las objeciones que esta afirmación pueda tener.
Orquesta salió mientras yo nacía, en 1985, y para realizarlo Cutaia, mentor de mentores, había reclutado al por entonces chaval Daniel Melero, con quien se arriesga en la aventura de sumergirse entre Kraftwerk, Devo, la Tubeway Army de Gary Numan y, como buenos argentinos y sobretodo porteños, argentinizar los géneros otorgándoles su debida cuota de melancolía, porque en Argentina, como decía el tango Cambalache, “el que no llora, no mama”.
Posteriormente Cutaia continua trabajando con la música, pero en otros ambientes. Compuso operas rock, comedias musicales, música para publicidades, arreglos para sinfonías, pero no volvió a sacar disco propio hasta entrados los 2000.
29 años después de aquel fabuloso punto de inflexión en la música argentina, Carlos Cutaia vuelve a estar en “circulación pop”, con la esperada edición de Cutaia-Melero, un disco donde la dupla demuestra vigencia, sofisticación y, sobretodo, oído; mucho oído.
Son 13 tracks donde uno puede viajar por ambientes densos y cargados de imágenes que varían entre lo urbano post-industrial y lo onírico-psicodélico. La utilización de sintetizadores modernos, combinados con teclados más “vintage” como el Hammond o el Rhodes, logran un efecto cinematográfico y creo que más de un track podría ser utilizado para musicalizar escenas de una película de espías o de hackers.
Un álbum esperado por años, hoy en LAPOPLIFE:
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