PAULA MORETÓN
En su quinto álbum de estudio, la artista canadiense cambia el sonido electroclash por el pop industrial y el hip-hop. Y si bien estuvo siempre bajo las sombras del mainstream, aquí coquetea más con él.
Nada más y nada menos que la ex cantante y bajista de Sonic Youth, Kim Gordon es quien abre este disco con “Close Up”. Peaches promete un manifiesto de actitud punk y porno clase b, aunque durante esta canción la promesa no se cumple. El synth-punk quedo atrás y Kim Gordon es invitada a bailar un ritmo entre ragga y reaggeton que produce cierta extrañeza.
Quizá la provocadora Peaches haya querido simplemente eso: provocar. Aunque siendo Kim Gordon una artista tan valiosa y una maestra del rock cuya voz rasgada es una perla preciosa e inconfundible, quizá esperábamos una canción a su altura y más versos para ella, no sólo un estribillo en el que repitiera de manera insoportable: “Déjame en primer plano, mirá a la derecha”.
Tal vez a Peaches la traicionó su inconsciente, y ante la incapacidad de superar a la maestra compuso una canción en la que claramente prefiere estar en primer plano y dejar atrás a Gordon. El disco empieza mal.
Cuando todo parece estar perdido, la cantante sorprende con “Dick in the Air”; puro hip-hop en el que lucen los sampleos. Su voz intimista nos vuelve a mostrar su idea sobre el sexo, la diversidad sexual y la androginia. Lo mismo pasa en “How You Like my Cut”, que nos recuerda a la piezas de Riff Raff, y algunas joyas de Snoop Dogg.
El disco vuelve a caer cuando intenta rapear. Y es que en este género se puede no afinar, pero nunca el no tener flow. ¡Ni lo intentes Peaches, si no quieres quedar como una bitches!
Con Rub, la mujer deja atrás su música electroclash en la que combinaba el techno y el new wave de los ochentas. También aquel humor irónico que expresaba en sus discos The Teaches of Peaches y Fatherfucker, que son los mejores de su carrera.
MÁS CERCA DE LADY GAGA QUE DE KIM GORDON
Así que aquí hay sólo hay tres canciones sólidas que afirman su estilo y que poseen buenos arreglos: “Vaginoplastic”, que es una pieza trance minimal humorística; “Laight Unplaces”, más new wave en el que se destaca el juego con su voz, y “Dumb Fuck”, que es un track de electropop clásico.
Y cuando parecía que el disco encontraba un rumbo, vuelve a caer en “I Mean Something”, en la que participa su compatriota Feist. La canción es un caos, porque Feist posee una voz demasiado dulce e inocente para el sexo explícito que propone Peaches. Quizá este track confirma lo que transmite el disco; cierta pornografía estilizada, más cerca de Lady Gaga que de Kim Gordon.
El álbum parece un retroceso en su carrera, ya que la producción musical escasea y el concepto del disco es un híbrido que oscila entre el hip-hop industrial, el electropop adolescente y en menor medida, el tecno revival. Un cocoliche que en la actualidad suena demodé. En toda su carrera Peaches se había mostrado como una cantante electrónica desafiante y feminista, con elementos del rock y el punk de los setentas.
Ahora bien, ¿podemos seguir hablando de transgresión en el Siglo XXI, cuando el trash y el sexo explícito se pueden encontrar tan fácilmente? Lejos de expresar contracultura o plantear una reflexión sobre la sexualidad, Peaches alimenta más el morbo y el negocio del sexo en el que tienen más éxito Lady Gaga y Miley Cyrus…. Y el problema de Peaches es querer desafiarlas con menos creatividad y menos presupuesto.
Rub muestra lo que es morir en el intento; querer llegar al mainstream demasiado tarde. Si la incursión de Peaches en estos géneros era para llegar a más público, quizá no se dio cuenta de que el público que los consume es cada vez más teen, y de que chicas mas jóvenes y bellas lo hacen desde hace varios años, mucho mejor y con más dinero. Esa es la realidad en el mundo del pop.
* Lee más de Paula Moretón en Revista Reverberaciones.
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