DAVID MELÉNDEZ
Pop vibrantemente glitchy
Dos años tuvieron que pasar para que la danesa MØ debutara con un disco. Primero fue dando tumbos con sencillos precisos y atrayentes, se ganó un nombre y las expectativas necesarias para entrar por la puerta grande. Y parece que lo logró. Ahora veremos hasta dónde se estira la liga de su creatividad sonora.
La forma personal que cada quien tiene para valorar cuestiones sonoras puede enmarcarse más en el criterio que en el gusto. Aunque con MØ cualquier gusto queda libremente roto. Máxime cuando su debut tiene esa chispa de gustarle a cualquier oído que yazca cobijado bajo el criterio de sopesar la correcta valía de las cosas.
Hace meses, muchos esperábamos que el primer largo de Karen Marie Ørsted fuera una suerte de ruleta rusa con tres disparos certeros —a lo mucho—de exquisito pop para acorralar masas en la pista de baile. La mujer traía buen currículo: varios singles “perfectos” (en lo que cabe), colaboraciones brillantes con Diplo y Avicii, y un EP, Bikini Daze, redondo por donde se le viera y escuchara.
Pero todos sabemos que lo moderno contiene fisuras que se vuelven notorias con el álbum de estreno. Aunque pasaron meses y la señorita parecía no “despegar”, por fin tenemos en nuestros oídos el producto final y, vaya que es delicioso; sin incitarnos a bailar para despejar dudas y con un espíritu rítmico que zangolotea los pensamientos en vaivén de cadencia onírica.
Hay que aclarar que gran parte de la sorpresa sonora de MØ radica en el hecho de que trabajó a distancia con el productor Ronni Vindhahl. Así que No Mythologies To Follow (RCA, 2014) es un estira y afloja de mails con ritmos y otros tantos con las melodías vocales de Ørsted con taches, aciertos, remiendos sónicos y aceptación de propuestas tanto arriesgadas como usuales.
Lo anterior se nota en la plusvalía rítmica del disco que cambia y muta con cada canción. Al final de cuentas, trabajar por separado genera atractivos propios en el resultado final y la variedad siempre se mantiene con cargas positivas. Por otro lado, la variedad del disco también ocurre y fluye porque sólo cinco de sus doce canciones son nuevas, así que hubo suficiente tiempo para trabajar cada canción hasta el hartazgo.
Aunque la línea básica del horizonte de No Mythologies… puede ubicarse dentro del pop vibrantemente glitchy, la voz de MØ es una presencia con cimiento propio y pulso variable que nunca deja de sentirse constante. Entre falsetos justos y un flow de garganta que a veces parte del rap sin caer en la desgracia de “hablar” para cantar, MØ se trepa al oleaje de cada una de las canciones y las transforma en el mejor de sus trampolines para catapultarse hacia alturas insospechadas en materia de adornos vocales.
Entonces, el vagón de la montaña rusa de No Mythologies… sucede con el adorno oriental pop-tificado (“Maiden”), el onirismo gomoso con sintetizadores resonando en melancolía (“Red in the Grey”), el flow urbano para menear caderas (“Pilgrim”), el synth bombástico de rumores sombríos (“Dust is Gone”), el pop juvenil reciclable (“Walk this Way”) y el tropicalismo ochentero trepado al calypso a su máxima expresión (“Slow Love”).
Así que el listón de MØ es multicolor por doquier. A pesar de que reminiscencias e influencias no faltan a la hora de hablar de MØ, ella sabe “plantarse” bien dentro del nicho de Grimes, Twin Shadow, Annie, Sally Shapiro y muchos otros que tienen atorado el pop entre la vena cava de la propuesta de su corazón.
Ahora esperemos que el segundo disco sea su ratificación y no su lacerante tumba final.
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