ALEX CASTRO
En el aniversario de la partida de esta cantante, publicamos esta entrevista, hasta ahora inédita. Una charla en la que nos habla de su música, pero también –que ironía– de la vida y de la muerte.
A mediados de la década pasada, Lhasa de Sela se presentó por primera vez en la ciudad de México. Me arreglé con su agente y al día siguiente de su primera presentación en el Lunario del Auditorio quedamos con la cantante en un café de la avenida Álvaro Obregón, en la colonia Roma. Aquí la charla de poco más de treinta minutos que tuve con ella y que por alguna razón permaneció inédita hasta el día de hoy.
Está claro que no te manejas con los tiempos de la industria, ¿pero por qué tardaste tanto en lanzar tu segundo álbum?
No estaba lista para hacer otro disco. Sentía que tenía que vivir… Que vivir, más que cantar. Y que tenía que buscar también mi independencia para volver a cantar desde el punto de vista de una persona libre, no como un animal de circo que salta cuando le dicen… Quería sentirme libre.
En tu primer álbum cantas sólo en español, pero a partir del segundo te sueltas y lo haces también en inglés y francés.
Sí, cuando comencé cantando en los bares de Montreal en inglés y español, me di cuenta de que las canciones en español eran mucho más fuertes; que la gente las sentía más y que yo también me transformaba más cuando lo hacía en español; era algo mucho más directo, fuerte y emocionante; con más corazón y menos intelecto. Pero después sentí que la gente me empezaba a ubicar como una cantante mexicana y como yo siempre he sido una mezcla de muchas cosas, sentí que tenía que incluir los otros idiomas que también forman parte de mi vida.. Si hubiera seguido cantando solo en español hubiera sido como mentir, como censurarme.
Musicalmente también volteaste a otros lados, más allá de la canción mexicana.
Sí, porque estaba tratando de abrirme más. Al estar grabando en tres idiomas creí que quizá sería difícil darle cohesión, pero luego pensé que si las canciones venían de aquí (se toca el pecho) y del instinto, entonces funcionaría. Sentí que iba a ser como un viaje, por eso el disco se llama The Living Road. Yo sabía que para la gente podía ser como un salto, pero era algo que yo les estaba pidiendo: que hicieran este viaje conmigo.
Aunque viviste un tiempo en México y es evidente la influencia de este país en tu música, apenas te presentaste aquí por primera vez. ¿Cómo te sentiste?
Fue tan emocionante que no pude analizarlo y decidí que mejor lo pensaría después, quizá cuando ya esté de vuelta en Montreal, porque han sido tantos años de sentir esta música y de cantar para gente que no entiende bien el español, sólo las emociones de la música, que hacerlo en México, con todo lo que implica… Es algo muy grande para mí.
Te veías muy feliz y conectada con el público, lo cual contrasta con el tono sombrío y nostálgico de tus canciones.
Sí, siempre he necesitado hacer eso. Comencé a hacerlo en los bares porque creía que tenía que hablarle a la gente, para que no me sintieran aislada en ese mundo de drama y de sombras. Así siento que estamos más cerca.
Hablas mucho entre canción y canción, al grado de que cuentas historias completas.
Sí, precisamente porque la gente (en Montreal) no comprendía el español, así que les contaba de dónde venía cada canción… Ahora ya no me puedo imaginar hacer un concierto sin contar esas historias… No puedo cantar solamente.
¿Cuál ha sido la presentación más extraña que has tenido?
(suspira) Una vez me invitaron a cantar en la Virgin Mega Store de Nueva York. No sé por qué entendí que se trataba de algo humanitario o de algo para alguna causa, así que fui y me presenté, pero iban otros artistas y después de nosotros tocaba un grupo muy pop y muy comercial, por lo que había muchas chicas de trece o catorce años y el presentador era como de MTV, muy horrible. Yo pensaba que iba para algo bueno y de repente me encontré en ese ambiente completamente comercial y absurdo. He tocado en muchísimas situaciones, pero tocar ahí me decepcionó y me sentía muy incómoda… las niñas me veían como con un gran signo de interrogación, aunque también había por ahí gente de origen mexicano y yo estaba cantando para ellos (risas). De alguna manera vale la pena hacer eso, para que esas niñas vean que existe algo diferente, pero para mí fue muy difícil, porque es como lo opuesto a lo que quiero.
Regresando a las historias, hablas mucho de tu padre. Se nota que es una gran influencia para ti.
Sí, muchísimo. Sobre todo para el primer disco, me alimentaba mucho; me mandaba libros y cuando estaba bloqueada le llamaba y me leía poemas. A veces, en los conciertos prefiero decir “mi papá me ha dicho tal cosa”, en lugar de decir que yo pienso eso, para que la gente no sienta que le estoy dando un discurso; así es mucho más ligero y se convierte en una especie de cuento.
Háblanos de “Small Song”.
La escribí en 15 minutos… No pensé mucho en ella hasta tiempo después y creo que es una canción que tiene mucho humor. Habla de alguien que quiere decir algo pero al mismo tiempo tiene miedo o sentimiento de culpa a la hora de tomar un lugar, de brillar o de manifestarse, por eso la canción se muestra así, como una canción muy pequeña.
¿Cómo va el speech con el que presentas la canción “Soon this Place will be to Small”?
Esta fue la primera vez que alguien me hablaba de la muerte y que todo tenía sentido para mí, algo que me dejaba respirar, que me dejaba vivir. Algo que en lugar de ser moral, hablaba de una continuidad y que es muy creíble sin tener que ver con ningún dogma ni religión… Cuando cuento esta historia siento que todos me están siguiendo y que están sintiendo que la muerte es así: algo que no tiene que ver con el miedo.
¿Qué te gusta hacer que no tenga que ver con la música?
Siempre he pintado, hice las portadas de mis dos discos… también nado mucho y me gusta estudiar, leer, escribir… escribo mucho solamente para mí.
¿Cómo es tu vida actualmente?
Hace dos años que estoy de gira y ahora ya me hace mucha falta parar, para quedarme en Montreal. Quiero aprender cosas: estudiar el piano, tomar cursos de tai chi, escribir canciones y tener un ritmo de vida más natural, diferente al de las giras.
* En 2009 Lhasa publicó su tercer y último disco, unos meses antes de nacer hacia otra vida, como su padre le dijo tantas veces. Hasta siempre, Lhasa de Sela.
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