ESTEBAN CISNEROS
Robin Gibb ha muerto, viva Robin Gibb. Echaremos de menos al músico impresionante, al icono del pop y al responsable, junto a sus hermanos, de algunas de las canciones más clásicas de todo el universo conocido.
Por supuesto, no estamos hablando de “Stayin’ Alive” o de esos devaneos disco que todos bailan en bodas y graduaciones. Porque, hey, los Bee Gees eran mucho más que bigotes lamentables, pantalones acampanados y vocecitas en imposible falsetto. Aquí algunas de sus mejores (y menos obvias) canciones. Porque lo bueno jamás muere.
“Edison” (del LP Odessa, 1969)
Un homenaje lisérgico orquestal a Thomas Alva Edison en voz de Barry Gibb. Una pequeña maravilla de tres minutos con montones de melodías. En estéreo y con audífonos es una gozada. Qué genios.
“Harry Braff” (del LP Idea, 1968)
Puro pop. Puro. Todo lo genial del Swinging London, sus excesos y pecados, sus virtudes y aciertos, caben en 3:21. Sí, es lo más cerca del desmelene que llegaron los Bee Gees en los sesenta. No eran los Stones, pero seguro te hacían mover los pies.
“House of Lords” (inédita hasta Bee Gees 1st. Remastered, 2006)
Incomprensible que este portento haya sido desechado de sus discos oficiales. Pop barroco que nada le pide a los Zombies del Odessey and Oracle. Obra maestra de los Bee Gees y de la música pop.
“How Love Was True” (del LP The Bee Gees Sing and Play 14 Barry Gibb Songs, 1965)
¡El primer disco de los Gibb! Y ya contenía piezas gigantescas como ésta, con esas armonías vocales que le debían todo al merseybeat y esa alucinante guitarra pasada por un Leslie. Psicodelia antes de la psicodelia. Un verdadero hito.
“I Close My Eyes” (del LP Bee Gees 1st., 1967)
En algún momento los Gibb quisieron ser los próximos Beatles. Y por poco lo logran. Esta canción es un prodigio del pop sixties, ese que pertenece a una época pasada pero que logra, por algún motivo, ser siempre moderno. Cerrad los ojos, escuchad. Disfrutad.
“Jingle Jangle” (del LP Spicks and Specks, también conocido como Monday’s Rain, 1966)
El segundo álbum australiano de los Bee Gees no se lanzó internacionalmente. Una lástima, porque contiene joyas como ésta, que sólo compite en su uso de guitarras griegas y en su conmovedora melodía con “Girl” de los Beatles. Joya, dije.
“Kitty Can” (del LP Idea, 1968)
El cruce entre el folk y el rock and roll más volado hizo algunos milagros. Éste es uno. Los Gibb cantan como nunca en una armonía que recuerda a los mejores Hollies. Esas guitarras acústicas son de antología. Esto era la fiebre del sábado noche. Esto.
“Never Say Never Again” (del LP Odessa, 1969)
Una de las canciones más bonitas de los hermanos Gibb. Con ecos de “To Love Somebody”, aunque mucho más triste, si eso es posible. Odessa fue su disco doble, para no quedarse atrás con las modas, y compite con los mejores de la época. Un diez.
“Turn of the Century” (del LP Bee Gees 1st., 1967)
El lado A de su tercer disco (aunque el primero lanzado fuera de Australia, de allí el título) es una de las mejores canciones del pop barroco de mediados de los sesenta. Psicodelia bucólica, elegante, nostálgica, sydbarrettiana. Respiren.
“With The Sun In My Eyes” (del LP Idea, 1968)
Posiblemente la canción más linda del inabarcable catálogo de los Bee Gees. Una melodía perfecta, una toma vocal impecable, un órgano majestuoso, un arreglo de cuerdas clásico. Una canción que, en cien años, será escuchada con respeto y solemnidad. O con fiesta y aquelarre.