NICO GONZÁLEZ
La multitud que inundó el Monumento a la Revolución hace unos días, nos confirma que el tema merece un tratamiento inmediato, y a la vez se enmarca en una serie de manifestaciones que se vienen dando también en Argentina, Chile, Brasil y Colombia, convirtiéndolo en un reclamo regional e ineludible…
Las cifras son más contundentes que cualquier análisis. Quien crea que la violencia de género no existe o niegue su carácter urgente, es simplemente un necio. Según la ONU, en México se realizan quince mil denuncias al año por violación, y cada 24 horas seis mujeres son asesinadas por hombres. Son 40 violaciones por día y seis asesinatos, de los cuales apenas el 20% recibe sentencia.[1]
El pasado 15 de abril en Argentina la cuenta de Youtube Valentía Ante el Abuso publicó una denuncia contra José Miguel del Pópolo, cantante del grupo indie pop La Ola que Quería ser Chau. En el video aparece Mailén, de 22 años, contando lo que sucedió en la casa del propio “Migue”, como se lo conoce dentro de la escena, en un relato detallado y terrorífico que se viralizó en pocas horas, causando estupor en redes sociales, medios independientes y sitios de internet.
Denuncia contra “Migue”.
El primer cortocircuito dentro de la escena lo dio Wallas, cantante del grupo skater Massacre, que un par de horas después de conocerse el video, desde el escenario y en pleno concierto del grupo preguntó irónicamente: “En el video dice que la violaron dos veces. ¿Qué hicieron entre violación y violación? ¿Se fumaron un pucho?”. Las críticas no tardaron en aparecer y al otro día la banda tuvo que emitir un comunicado en el que adjudicaba los desafortunados dichos a no haber estado bien informado y al “fragor de un show de rock”.
Pero lo más destacable de esta denuncia pública contra un miembro bastante conocido de la comunidad indie argentina, fue que abrió la puerta para que de inmediato surgieran relatos de otras chicas, también relacionados con el abuso sexual, incluso de menores de edad, por parte no sólo de Migue, sino también de otros personajes ligados al rock.
El primero en caer fue Cristian Aldana, líder de El Otro Yo, pero también presidente de la UMI Argentina y en su momento hasta precandidato a diputado nacional por el FPV. Desde hace muchos años, se rumoró continuamente sobre la predilección de Aldana por las menores de edad, muchas veces en forma de chiste. A partir de la denuncia de Mailén surgió el grupo Víctimas de Cristian Aldana, que terminó dando lugar a una denuncia formal ante la Justicia argentina, por parte de una ex pareja del cantante, a quien conoció teniendo ella 13 años y con quien mantuvo una relación hasta los 19. Frente a esto, el cantante emitió un comunicado legal en el que negó todo y argumentó “persecución política” y “ensañamiento digital”. La guerra entre defensores y detractores de Aldana (y del grupo, obviamente) se apoderó de las redes sociales.
Otro salpicado fue Ciro Pertusi, ex líder de Attaque 77, de quien resurgió una más que jugosa entrevista del año 1997 en la que afirmaba su gusto por las infantas. En aquella entrevista el periodista le preguntaba por la canción “Páginas pegadas”, donde habla de querer tener relaciones con una niña, y el cantante se despachó con una respuesta poco menos que surrealista. La réplica de Pertusi ante este reflote periodístico, también en un comunicado vía Facebook, fue que la transcripción de aquella entrevista no había sido correcta y que por eso prefiere las entrevistas radiales o televisivas, y al igual que Aldana apeló a su trayectoria como rockero alternativo.
En un tópico minado por opiniones tan encontradas, pareciera que el arte, o en este caso la música, no tiene aún muy definido cuáles son los nuevos límites. El ejemplo de Pertusi, con una misma entrevista publicada en 1997 que no generó ni el más mínimo ruido, y en 2016, con un malestar rotundo hasta por parte de sus seguidores, muestra que los límites y ciertas configuraciones del rock pueden haber cambiado. Y esto no es un dato menor en una industria que prácticamente ha nacido y se ha forjado al calor de la excitación sexual, con iconos y roles muy definidos en cuanto al papel del hombre (cantante) y el de la mujer (corista o groupie).
En este campo, el terreno es sumamente endeble. Ejemplos de rockeros que se han visto envueltos en polémicas al opinar por cuestiones de género sobran. Algunas recientes incluyen, por ejemplo, al siempre polémico Cristóbal Briceño, de Ases Falsos, con su video en el que afirma que no hay machismo, que lo que existe es un “matriarcado solapado”. De nuevo, las críticas fueron principalmente desde la prensa independiente y las redes sociales. El blindaje mediático que los grandes medios brindan a ciertas “estrellas” es una constante en estos temas y tampoco es un dato menor, ya que es la negación sistemática de una cuestión de derechos humanos y por lo tanto un encubrimiento. En su momento, Juanse, ex líder de Los Ratones Paranoicos, fue beneficiario de este blindaje cuando fue acusado de abuso sexual en Argentina y ningún medio nacional le dio cobertura al tema.
Para ampliar la gama un poco más, y en un género musical totalmente distinto, podemos hablar del reciente caso en México del video de la canción “Fuiste mía” de Gerardo Ortiz, que muestra un clásico de los feminicidios: el hombre que encuentra a su pareja con otro y, celoso, la mata. Luego de su publicación una petición cursada a través de la plataforma Change hizo que el artista y la compañía bajaran el video de sus canales de Youtube, aunque aún circula en otras cuentas.
La multitud que inundó el Monumento a la Revolución de la capital mexicana hace unos días, nos confirma que el tema merece un tratamiento inmediato, y a la vez se enmarca en una serie de manifestaciones que se vienen dando también en países como Argentina, Chile, Brasil y Colombia, convirtiéndolo en un reclamo regional e ineludible para todos las sociedades latinoamericanas.
La violencia contra la mujer por parte del hombre alcanza su punto máximo en la figura de la violación y del asesinato, pero el espectro es mucho más amplio, e incluye tanto aspectos económicos y laborales, como también sociales y cotidianos, mucho más arraigados en la psique, y que tienen que ver con formas de actuar y maneras de pensar que todos, sobre todo los hombres, tenemos, y tenemos que cambiar para siempre.
La violencia de género, en particular la doméstica, no excluye a ningún sector social o económico. No hay profesiones menos violentas que otras, y no hay tribus urbanas menos violentas que otras. Todos somos igual de violentos en cuanto replicamos un modelo de sociedad machista-capitalista. Cada sector debe analizar el tema de la violencia de género dentro de su ámbito, y por eso aquí lo abordamos desde la música, su industria y los medios de comunicación.
Así como en algún momento se pensó que los hombres eran los que tenían que estar al frente de un escenario y que la chica sólo servía para hacer los coros, hoy cada vez son más las mujeres quienes nos conmueven y nos enamoran liderando bandas o como solistas. Pero los hombres no perdieron un espacio ahí. Simplemente las mujeres están final y naturalmente ocupando el suyo. Así debería ser en todos los ámbitos, sobre todo en la vida cotidiana. Para eso es necesario que los hombres escuchemos honestamente a las mujeres que nos rodean, sin estar a la defensiva, poniéndonos realmente en su lugar, y que nos analicemos a fondo, abandonando paradigmas, comodidades y formas de pensar que no son compatibles con la equidad de géneros.