ESTEBAN CISNEROS
“De la mujer será la Victoria y así la felicidad será más duradera”.
“Sin corazón no hay nada”. Dice mi amigo U que las palabras no se dicen ni se escriben: se esgrimen. Yo le creo, como le creo a Javier Corcobado cuando canta esto en la introducción a Mujer y Victoria (Industrias Bala/Gran Sol), su último disco, primero en siete años.
Un disco que hará ruido, como todo lo que hace el madrileño. Pero no ese ruido que hacía con Mar Otra Vez y Demonios Tus Ojos, esos grupos de culto en los que militó al inicio de su carrera. Lo de Corcobado ahora, según quienes le hacen promoción, “no es madurez, es grandeza”. El estrépito es porque se trata de un disco del que se hablará y discutirá, al que se le darán muchas vueltas.
Porque su autor, de carrera larga y prolífica (entre discos, libros, poemarios y proyectos varios), ha llegado a ese punto en su carrera en el que contempla con lucidez; en el que mira atrás pero no con morriña, sino con perspectiva. Se nota en su voz, que si bien siempre ha sido serena rayando en lo cortante, tiene una calidez que turba y atrapa.
Mujer y Victoria va sobre el amor. Como fuerza, como sentimiento, como idea, como primer y último recurso vital. “Sin corazón no hay nada”, canta. Y las palabras se esgrimen. En ese sentido, el disco está lleno de ecos de batallas interiores contra la duda, el cinismo, la pamema y el vacío. De asombro por lo vivido y de ganas de ver qué depara el mañana. Grandeza, no madurez, insiste Corcobado; pues sí, supongo que así suena la vastedad, el señorío, la travesía.
Sónicamente, el disco no ofrece sorpresa. Va de la bossa nova cada vez más recurrente en el indie (“Niña preciosita”) al rock que remite a su pasado estridente (“Apotemnofilia”, “No odio”), de la canción lenta y contemplativa (“Canción del puerto”, “El extranjero y su cicatriz”, “Labios rotos” o “Lluvia”) a -¡ay!- la poesía más o menos predecible con riesgo de caer en lo roñoso (“eres la mujer más mujer que he conocido”, recita en el tema que da título al elepé, aunque es un lapsus, espero, porque la canción tiene lo suyo).
Eso sí, hay corcobadismos a diestra y siniestra (“el anciano estaba inyectándose oxitocina / para conseguir volverse a enamorar” canta lacónico en “Bienestar”) y sus seguidores de siempre los reconocerán a la primera. Y, bueno, está ese desconcertante gesto (que algún motivo tiene, seguro) de incluir una versión de “Amigo”, de Roberto Carlos. ¿Corcobadismos, dijo alguien?
El álbum fue grabado en Valencia, en los estudios Stardust, con Sergio Devece como productor. Entre los músicos se cuentan el concertista Julián Sanz, Jesús Alonso y Juan Pérez Marina, cómplices usuales de Corcobado.
¿Es (como dice con todas sus letras el sello disquero en sus textos promocionales) el mejor disco de su carrera? Habrá que darle vueltas con el pretexto de responder la pregunta, que provocativa es, cuando menos. Hacer ruido. Y terminar de creerle que “sin corazón no hay nada”.
C/S.