NICO GONZALEZ
Para los amantes de la música independiente Grimes ha sido desde 2010 prácticamente un icono. Su irrupción en el mapa global del pop fue refrescante e inspiradora, al punto de dejar claro que lo más interesante del género estaba saliendo directo desde las habitaciones de los veinteañeros, sin estudios ni productores profesionales de por medio.
Con la triada confirmada por Geidi Primes (2010), Halfaxa (2010) y Visions (2012), Claire Boucher se ubicó en lo más alto de la pirámide indie, desplegando un ecléctico estilo que incluía casi todas las últimas tendencias del pop electrónico.
Su álbum de 2012 la llevó a realizar intensas giras, al punto de dejarla exhausta y estresada. Durante todo ese período, lógicamente alocado, la canadiense compuso “cientos de temas” y experimentó una discordia con “la industria de la música”.
Al parecer, dicha industria la acosaba permanentemente intentando convencerla de “tocar con una banda” y de trabajar con “productores externos”. Eso no me llama la atención, ya que gran parte del negocio de las disqueras multinacionales está en los productores y en los estudios donde se graba la música que después venden. Al margen, esa es la razón por la que ,desde los noventa, prácticamente todo suena igual.
En esta disputa, Boucher pasó de la duda de terminar con el proyecto de Grimes para dedicarse a escribir canciones para otros, a la consolidación de su idea de ser una artista solista. Por eso es que, luego de grabar Visions durante 2011 completamente con el GarageBand, comenzó a estudiar el Ableton, aprendió a tocar batería, guitarra, piano, ukulele y hasta violín, para intentar incorporar otros elementos al que sería su siguiente disco, Art Angels.
Lo paradójico de todo esto, y por eso lo mencionaba, es que Art Angels suena increíblemente como si lo hubiera supervisado un productor externo, en un estudio profesional. Es increíble. Prácticamente no quedan rastros del bedroom pop, y Grimes ha auto-producido un álbum que por momentos asusta por la cercanía con el sonido de proyectos como… Taylor Swift. Sin exagerar.
Hay canciones que directamente parecen de una publicidad de telefonía móvil (“Pin”), y el estado de ánimo excesivamente alegre, mezclado con el tinte indie rock que posee todo el álbum han borrado por completo el espíritu introspectivo anterior.
Bienvenidos los cambios, aunque en este caso pareciera que la obstinación de Boucher por demostrarle a “la industria” que ella puede sola, que no es sólo una chica bonita, que también es una técnica del sonido (y de primer nivel) y que no necesita de expertos productores hombres, la ha llevado a dar un paso en falso al abandonar el estilo de composición independiente, libre y osado para componer “como la industria quiere”.
En la durísima batalla psicológica que un joven debe emprender cuando, viniendo del mundo del arte independiente se logra ingresar al mainstream, hay que entender que de un lado sólo hay chicos con sus computadoras y del otro una corporación de muchísimas personas que trabajan con un objetivo claro: la maximización de la ganancia.
Por eso creo que, pese al berrinche en las redes sociales de Claire, “la industria” es quien sale ganando con este disco, que dicho sea de paso, debutó en el puesto número 1 de Billboard, con más de once mil copias digitales vendidas sólo en la primer semana.
Resumiendo en una sola frase: Abrázame hasta que vuelva Grimes.