ESTEBAN CISNEROS
Ronnie D’Addario. Ojo con el nombre. Porque importa. Porque es un nombre que toca añadir a las enciclopedias pop. Porque nos hemos tardado cuarenta años en reconocerlo como uno de los grandes escritores de canciones de justo ese lapso. No es culpa nuestra, sin embargo: así funciona el mundo a veces.
Lo tremendo de esta historia es que, además de su profundidad y de lo fascinantes que resultan cada uno de sus episodios, sigue escribiéndose y no se le ve final.
Me explico mejor: Ronnie D’Addario compuso y grabó algunas de las canciones pop más impresionantes desde finales de los años 70. Sólo que no encontraron su camino a las listas, a la radio, a los racks de las grandes tiendas de discos. Una de ellas, incluso, estaba destinada a ser un hit para los Carpenters en 1981, pero no sucedió.
Fue músico de sesión, ingeniero de sonido y, por años, parte del grupo de Tommy Makem, el trovador irlandés.
Ronnie nunca apuntó a ser un superastro, pero sus canciones merecían mejor suerte. Como la que tenemos nosotros ahora, pues su música nos llega como una novedad, ya bien entrado el Siglo XXI, gracias a la red y al ansia de gente insatisfecha con el panorama musical actual.
Todo encuentra su lugar. Y es que Ronnie es, para hacer la cosa más grande, el padre de Brian y Michael D’Addario, mejor conocidos como The Lemon Twigs. El talento, está claro, sí se hereda y de qué manera. En este caso, la vuelta de tuerca la escribió un genio: los hijos (cuyo Do Hollywood, de 2016 es una maldita obra maestra) nos obligaron a escuchar al padre. Y entonces entendimos muchas cosas.
Una nueva antología de grandes éxitos en LP y una caja de tres discos compactos con sus primeros tres álbumes de Ronnie D’Addario salió este 7 de marzo en el sello You Are The Cosmos. Y es un pedazo de historia pop que hay que tener y estudiar, porque los mundos paralelos de esta narrativa son los que van a permitir que esta música siga y siga.
Necesitamos nuevos héroes, nuevas leyendas, nuevas canciones. Revisar el pasado (sus rincones oscuros, saliendo de la senda ya marcada) vale la pena porque –nos consta– aún hay mucho por descubrir, muchas maneras de decir eso mismo que ya intuimos pero que queremos que se nos confirme con gran música: es bueno estar vivo.
Míster Ronnie es, por si fuese poco, un tipazo. Así que platicamos con él sobre su carrera, sus canciones, sus discos… y claro, los Lemon Twigs. Un honor, por cierto.
¿Quién es Ronnie D’Addario?
Me veo primero como compositor, luego como músico y cantante. Para apoyar esto, soy ingeniero, arreglo y produzco. Fue justo para poder grabar mis canciones –primero en cinta, ahora en digital– que me convertí en ingeniero de sonido.
Soy papá. Mis hijos son la cosa más importante en mi vida. Mi esposa, Susan y yo los extrañamos un montón cuando salen de gira –y ellos a nosotros. El humor es importante. Mis chicos y yo no sólo compartimos gustos musicales, también nos gusta la misma comedia. Brian y Michael son muy divertidos. Nos encanta Kevin Meaney, Monty Python, Johnny Carson y John Mulaney de los nuevos.
¿Cómo comenzó tu interés por la música?
La chispa fueron los Beatles, en el show de Ed Sullivan de 1964. Mi madre me compró una guitarra ese verano, y así empecé. Recuerdo música antes de que pegaran los Beatles como “Let’s Twist Again”, pero los Fab Four fueron los grandes.
Mis años formativos ocurrieron en una serie de diez escuelas católicas o privadas, casi todas internados. No había muchos chicos tan jóvenes que tocaran la guitarra en aquel tiempo, así que siempre fui el músico de la clase. Incluso antes de saber tocar, tres otros chicos y yo solíamos cantar canciones Beatles en el patio de la escuela. Estábamos en cuarto año. Aún recuerdo sus nombres: Sal, Andrew y Stanley. Hice arreglos armónicos para las voces.
Cantábamos “Please Please Me” y me fijé que en la parte del come on, come on, George se quedaba siempre en la misma nota, mientras que Paul subía y subía. Hice que los chicos practicaran eso. No teníamos más que nueve años. Las monjas nos dejaban pasar a los salones a cantar frente a todos. Nos regalaron una copia de Meet The Beatles, el álbum. Nos lo turnábamos para llevarlo a casa los fines de semana.
Mi madre era muy musical y mi padre fue músico profesional, aunque no lo conocí. Ella adoraba a los Beatles y a mí me gustaba Sinatra, así que no se sintió la brecha generacional entre nosotros…
¿Dónde creciste y cómo era tu entorno?
Nací y fui criado en Manhattan, Nueva York, en el distrito de los teatros, así que mi madre me llevó a muchísimos shows de Broadway. En los intermedios me iba directo al escenario y miraba el foso de la orquesta. Me consumía la música, no yo a ella… ¡Vi Oliver con Davy Jones antes de que se uniera a los Monkees! Mi madre era muy musical y mi padre fue músico profesional, aunque nunca lo conocí. Ella adoraba a los Beatles y a mí me gustaba Sinatra, así que no se sintió la brecha generacional entre nosotros.
¿Y cómo comenzaste a tocar? ¿Cómo comenzó tu carrera?
Cuando ocurría la “Invasión Británica”, mi mamá me compró un libro de Mel Bay con diagramas de acordes. Ella no tocaba, pero me ayudó a descifrar el libro. Tengo una vieja cinta de magnetofón en la que toco “Here, There and Everywhere” usando sólo tres acordes. Es todo un reto, ¡tanto para mí entonces, como para el escucha!
Comencé mi carrera como músico de estudio. Toqué guitarra, bajo y canté en muchas sesiones, me uní a varias bandas y toqué en muchos lugares en vivo. Tocábamos canciones originales al inicio, pero nos pagaban apenas nada, por lo que nos pasamos a hacer cóvers para ganar más. Y ahí quedó.
Fuiste músico de Tommy Makem por años, un periodo muy fructífero. ¿Cómo fue tocar con él?
Toqué con Tommy alrededor de veinte años y fue una experiencia maravillosa. Era un tipazo. Siempre con los pies en la tierra, generoso. Me enseñó un montón sobre actuar en público con su jerga en escena, contando siempre historias sobre las canciones –que es mucho más fácil con las canciones folk irlandesas que con el pop, (porque) los temas que tratan son más variados. Gracias a él llegué a tocar en especiales para PBS, en el Carnegie Hall y muchos otros lugares preciosos. Vi de primera mano con cuánto respeto lo trataba la gente y a mí me tocó mucho de eso porque estaba en su banda.
Tommy tocaba el banjo y yo, la guitarra acústica y le hacía armonías. Él me permitía tocar los acordes que quisiera en sus canciones; su banjo era más percusivo que otra cosa, así que nunca chocábamos ni sonaba mal. Fue muy divertido en lo musical, porque tenía un excelente sentido del ritmo y su fraseo vocal era muy consistente y todo tenía sentido, así que era un placer cantar armonías con él. Hablábamos mucho sobre escribir canciones. Me tocó atestiguar cómo escribía canciones de la nada, como “Farewell My Friends”.
A él le gustaba terminar los shows con una que le encantara al público, como “The Wild Rover”, pero yo le insistía que tocase lo nuevo. Él decía: “¡No! ¡Es peligroso!” Y entonces llegaba el final y anunciaba la canción que yo quería. Su encore era siempre “Four Green Fields”.
Por si fuese poco, me presentó a George Harrison en la fiesta tras el concierto del 30 aniversario de Bob Dylan. Y Dylan mismo fue a vernos tocar a Makem’s (el local de música folk que Tommy estableció en Nueva York en los 80) así que también lo conocí. Otro espectador célebre fue Bono, ¡a quien pedí prestada una púa para la guitarra!
¿En qué otros proyectos te involucraste entonces?
Trabajé en un estudio en Nueva York, Dimensional Sounds, y en un estudio de cine, Filmsounds. Fui ingeniero de sonido en Folk City para músicos locales de Greenwich Village, así como para Rick Danko, Peter Tork, Richard Thompson, Delores Keane y Silly Wizard. También trabajé en sonido y luces para el Makem’s Irish Pavillion que ya mencionaba, en la esquina de 57 y Lex, casi siempre para artistas de la escena del folk irlandés.
A veces me tocaba trabajar con gente como Bob Geldof o Noel Harrison, que además de actor era un cantante folk con todas las de la ley. Una noche su padre, Rex Harrison, fue a reclamarme: “¡Más luz! ¡Mi hijo necesita más luz!” A mí me sonó como si estuviera actuando en My Fair Lady… Toqué, por añadido, en muchas bandas irlandesas.
¿Cómo escribes canciones? ¿Cuál es tu secreto o tu proceso?
Varía. A veces estoy tonteando en la guitarra o el piano y llega una melodía y, sin pensarlo mucho, le pongo palabras que le sienten bien a la música. ¡Luego tengo que encontrarles un significado! Pero a veces empiezo directo con un título, lo que me sugiere un cierto tipo de música. Esas letras son mucho más enfocadas, porque desde el inicio sabes de qué escribir.
Algunas son una sincera expresión de lo que siento en el momento. Pero debes ser cuidadoso con esas, porque no puedes olvidar que hay que meterles oficio también. De otro modo pueden quedar empalagosas o, peor, que sólo te hagan gracia a ti. A veces se trata sólo de eso, de oficio, sólo así te salen buenas canciones. Puede que te inspires en un cambio de acordes interesante…
La mayoría de las veces sólo llegan, lo admito, y no es tanto de sentarse a intentar escribir. Compuse un musical del que me dieron las letras desde antes, escritas por alguien más. La métrica de los versos y el tema me hicieron el trabajo fácil. ¡Lo hice rapidísimo! No todos los versos tenían la misma medida, así que fui ajustando… Pero quedé más que satisfecho con lo que salió. El musical se llamaba McGoldrick’s Thread. Marianne Driscoll escribió el libreto y las letras. Estoy pensando en lanzar mis demos originales y la obertura, pero tengo que hablarlo primero con ella.
Hablemos de tus discos. En general, ¿cómo ha sido grabarlos?
Hablar de eso me trae buenos recuerdos, porque siempre tuve el ansia de escribir y grabar. Fue duro, porque nunca tuve la tecnología que necesitaba para registrar lo que escuchaba en mi cabeza. Grabar en analógico, a menos que puedas pagarte un muy buen equipo, es muchísimo trabajo. Tienes que “rebotar” armonías de tal vez siete canales a uno solo, especialmente si estás tocándolo todo tú.
Pierdes generaciones de cinta y empieza a escucharse un poco de hiss. Pero saqué lo mejor de mi equipo. Pude pasar después de grabar en dos canales a cuatro, luego a ocho. Tal vez hubiese podido rentar un estudio, pero habría estado siempre pendiente del reloj y esperando que el ingeniero llevase buena cuenta del down time, que es como llamábamos a las horas –incluso minutos– que se te deducían de la factura si era tiempo perdido por cuestiones del equipo.
Grabar en digital es muy fácil y barato. ¡Y tienes canales para todo! A mí me encanta, pero mis chicos adoran grabar en analógico, son muy retro. Hacer de ingeniero al mismo tiempo que de músico puede resultar en torpezas también, porque estás tocando tu instrumento y tienes que ajustar el equipo. Así que te paras, te vuelves a sentar, microfoneas tu guitarra y hay que ir a apretar botones y luego regresar al instrumento… ¡Es cansado!
Probablemente tu historia más comentada, hasta ahora, es la de “Falling For Love”, una canción tuya que grabaron los Carpenters…
En 1981 envié por correo “Falling For Love” a tres distintos lugares: al sello A&M en Los Ángeles, al agente y al mánager de los Carpenters. Richard la escuchó y le gustó. Incluso le gustó mi versión. Los Carpenters la grabaron con Karen haciendo una toma vocal de prueba. Pero enfermó y cayó en el hospital, en Nueva York. Murió en 1983 sin grabar una toma final. Richard dijo que la toma que alcanzó a registrar no era lo suficientemente buena para ser lanzada. Nunca escuché la grabación.
El tiempo te hace justicia. ¿Cómo se hizo el contacto con You Are The Cosmos?
Pedro Vizcaíno, el dueño del sello, me mandó un mensaje por Facebook preguntando si podía lanzar el material. Escuchó mi música gracias a su amigo Paolo, quien posiblemente me descubrió tras escuchar a los Lemon Twigs hablar de la música de papá. Pedro ama el power pop y estaba emocionadísimo por mi material. Tanto que fue contagioso y dije que sí.
¿Cómo ha sido todo este proceso curatorial del box-set y el disco de éxitos?
Pedro y yo lo hemos hecho todo por e-mail, estando él en España y yo en los Estados Unidos. Rescatamos el arte de portadas y mucha información. Además de lanzar mis primeros tres álbumes en CD, Pedro sugirió un best of en vinilo, e hicimos juntos la lista de canciones. Le di algunas fotos de aquel periodo y salió una muy bonita portada.
¿Qué podemos esperar de estos lanzamientos?
Es un paquete muy bonito. A la gente que le gusta el pop y el rock va a encantarle. ¡Espero que venda y que podamos imprimir más! Y ya estoy pensando en lo que sigue. Puedo contar que You Are The Cosmos va a lanzar mis últimos tres álbumes en CD también, tal vez en el verano. Entre ellos, uno llamado The Many Moods of Papa Twig; los otros dos son A Very Short Dream y Time Will Tell On You. Ya hay algunas canciones en línea.
Lo que me molesta de lo digital es el mp3 (que) comprime el sonido por conveniencia y se carga la fidelidad en aras de la cantidad! Añade a eso que la gente escucha música con ear buds... O quienes se han acostumbrado a escuchar desde las bocinitas de las laptops…
¿Qué piensas de la música en la era de internet? ¿Es digital el futuro?
Como he dicho, tras grabar en analógico, creo que lo digital es maravilloso –y hablo de vídeo también. Respeto, eso sí, a la gente que se queda con lo analógico. Lo que me molesta de lo digital es el mp3. Hemos llegado al punto en que lo que se escucha en casa tiene la misma calidad que lo que escuchábamos en el estudio de grabación… ¡y llega el mp3 y comprime el sonido por conveniencia y se carga la fidelidad en aras de la cantidad! Añade a eso que la gente escucha música con ear buds que no reproducen los graves a menos que los presiones contra tus oídos. O quienes se han acostumbrado a escuchar desde las bocinitas de las laptops…
Una de las grandes cosas de la internet es que todo mundo tiene una oportunidad de llegar a un público. Eso fue lo que me pasó a mí y esta colección es resultado de ello. Espero que las buenas melodías y las buenas historias tengan cabida en el futuro. Es buenísimo ver tanta gente joven en conciertos; recién fui a la gira de Odessey and Oracle, de The Zombies y toda la fila a mis espaldas estaba llena de adolescentes.
Los Beatles, otros, han conmovido a cada generación a lo largo de cinco décadas. O Sinatra, que es incluso de antes de mis tiempos. Que los Lemon Twigs sigan abriendo brecha con sus canciones es una muy buena señal; Michael y Brian hacen música nueva, pero bien escrita, y eso siempre gusta sin importar edades. Trabajo en una preparatoria, ¡y gran parte de los alumnos prefieren el rock clásico!
Tus chicos conquistan el mundo. ¿Cómo fue criarlos? ¿Cómo aprendieron música?
Estuvieron en el showbiz desde que tenían nueve años: shows de Broadway, tele, cine y ahora música, que de todos modos siempre fue su primer y verdadero amor, más que actuar. Aprendieron porque crecieron rodeados de instrumentos y equipo de grabación. Les enseñé ritmos simples en la batería, acordes de guitarra, licks. Les mostraba distintos tipos de acordes en el piano y les entrené el oído para que reconocieran acordes disminuidos, séptimas mayores… Ya nacieron con habilidad musical y mi esposa, Susan, y yo les dimos un poco de dirección. Pero el trabajo fue de ellos, aprendieron rapidísimo. Susan les enseñó a actuar, ya que fue actriz. Y eso se nota en su puesta en escena. Ella canta también y tiene buen oído para las armonías. Desde pequeños fueron fabulosos, muy listos y divertidos.
Estás más que orgulloso. Como papá, ¿cómo fue trabajar con ellos en su disco debut? ¿Qué tanto te involucraste?
En lo técnico, sólo hice la mezcla para “How Lucky Am I?” Pero siempre tocaban su nuevo material para mí, les daba mi opinión y sugería cosas, pero ellos hacen eso con mis canciones también. Les enseñé a usar mi equipo de grabación y experimentaron por su cuenta. Rado, de Foxygen, les produjo y grabó en Los Ángeles, y Brian mezcló el disco en nuestro estudio en el sótano. A veces bajaba y le sugería cualquier cosa y la entendía de inmediato. Fui con ellos a masterizar el álbum, pero sólo como un oído más. Ellos estuvieron a cargo todo el tiempo.
Volviendo a tu carrera, ¿cuál ha sido hasta ahora tu mejor momento? ¿Y el peor?
Que los Carpenters grabaran mi canción, el mejor. Que los Carpenters nunca lanzaran mi canción, el peor.
¿Cómo se ve México desde allá?
No deben pagar por ese jodido muro. Salma Hayek es un primor. Adoro el mole.
Una pregunta inevitable que amo y odio… ¿podrías nombrarnos diez discos esenciales para ti?
¡Necesito veinte! No diré más de dos discos por grupo y no hay un orden en particular:
The Lemon Twigs, Do Hollywood
The Beatles, Revolver
The Beatles, Magical Mystery Tour, la versión americana
The Beach Boys, Pet Sounds
The Beach Boys, Greatest Hits, el álbum doble
Procol Harum, Procol Harum (with A Whiter Shade of Pale)
Procol Harum, A Salty Dog
Paul McCartney, Ram
Frank Sinatra, September Of My Years
Emitt Rhodes, Emitt Rhodes
Brazil ‘66/Antonio Carlos Jobim, The Best Of
Badfinger, No Dice
Gilbert O’Sullivan, Himself
Richard Rodgers, Carousel
George Gershwin, Rhapsody in Blue
Gilbert and Sullivan, HMS Pinifore
Burt Bacharach, Casino Royale, el soundtrack de la película de 1967
Dionne Warwick y Burt Bacharach en Rhino Records
Varios, Motown Hits
The Four Seasons y Leslie Gore y J.S. Bach, Greatest Hits
The Kinks, Kronikles
Los hits de Lovin’ Spoonful, Mamas and the Papas, The Byrds, Dave Clark Five…
Hice un poquito de trampa… ¡También me gustan los Stones!
¿Algo que agregar?
Sólo agradecer a todos allá afuera por su interés y sus palabras. Gracias, gracias.
C/S.
[…] en esta su casa (You Are The Cosmos recién lanzó una segunda caja con lo más reciente de su discografía) y los hijos, Brian y Michael, continúan con éxito su plan de dominar el […]