PABLO EMILIO ISLAS MÁRQUEZ
La música. Ese fenómeno intangible tan poderoso que nos hace bailar o sonreír, y recordar momentos (buenos y malos). La música ha acompañado al hombre desde hace miles de años. Está presente desde su nacimiento y prácticamente hasta su muerte (¿cuántas veces hemos escuchado “que me toquen tal cuando me muera”?).
A lo largo de los años, la música se ha transformado de incontables formas y más desde que se pudo grabar. Este proceso cambió por completo la forma en la que nos acercamos a ella. Y de eso se trata justamente este libro: cómo funciona la música, pero vista desde todos los ángulos posibles, como escucha o fan, como productor, como distribuidor, pero sobre todo, como creador, y es David Byrne, quien ha recorrido todos esos puestos, el encargado de llevarnos por este viaje a través de 465 páginas que se hacen cortas para la cantidad de información, datos, temas y sobre todo, reflexiones, que hace el artista con respecto a una de las bellas artes que justamente nos reúne en esta revista.
“La música es intangible… pero aun así puede alterar profundamente nuestra manera de ver el mundo… La música puede ayudarnos a superar momentos difíciles de la vida, cambiando no solo cómo nos sentimos por dentro, sino también cómo sentimos todo lo que nos rodea. Es muy poderosa”. Con estas frases nos recibe este documento de David Byrne… ¡y apenas vamos en el primer párrafo!
Muchos son los temas abordados en este libro y desde el mayor número posible de ángulos. Uno de los principales y más importantes es la división que hace Byrne del músico intérprete: “se esperaba que compusiera y creara para dos espacios muy diferentes: el local de conciertos y el aparato reproductor de una grabación o de recibir una transmisión… las dos exigencias me parecen injustas”.
Las reflexiones nos llevan de un lado a otro, y muchas de ellas nos sorprenden, ya que estamos completamente acostumbrados a estar inmersos en espacios donde habita la música, como el coche, la habitación o la oficina. La música grabada posibilitó la aparición de locales de música sin escenario ni músicos en directo (porque) la música salía de un mueble”.
¿En dónde están las nuevas salas de conciertos? nos pregunta Byrne. La respuesta: en el interior de tu coche, y desde 1979 la reproducción privada en un walkman. “Para esta diminuta sala de conciertos, es mejor componer música que mantenga un volumen relativamente constante. La directriz es: volumen estable pero numerosos detalles”.
Abundan las recomendaciones, desde el vestuario hasta la elección de las salas de conciertos, pasando por los estudios de grabación o la enorme influencia del teatro en la “puesta en escena” de las canciones. Y de ahí a la influencia de la tecnología en la música. “Del mismo modo que la fotografía cambió nuestra manera de ver, la tecnología de grabación cambió nuestra manera de escuchar”.
Las reflexiones continúan hasta con los formatos. “En 1916, Diamond Disc usaba tecnología exclusiva: los discos de Edison no podrían ser reproducidos en los aparatos Victor y viceversa. En este aspecto, parece que no hemos aprendido demasiado –Kindles, iPads, Pro Tools, software de ms Office–: la lista de insensatez exclusiva es infinita. Consuela un poco ver que no es un disparate nuevo”. Sobre este mismo sentido, una reflexión más: “Los primeros fonógrafos eran como YouTube: todo el mundo intercambiaba grabaciones de sonido caseras”.
Prácticamente en cada página existe una idea, un concepto o una reflexión que nos hace repensar nuestra relación con la música. No importa que sea como músico, productor, distribuidor, oyente o fan, este libro es para ti. De inmediato te sentirás identificado.
“… hasta cierto punto, la música sigue siendo una tradicional oral (y física) legada de una persona a otra…”
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