CARLOS CELIS
De los eventos recientes que han emocionado a los seguidores de la música están las presentaciones de GusGus en México. Llámenlo nostalgia retroactiva, pose de la semana o genuino interés por la banda islandesa, pero la realidad es que fue una manifestación de anacronismo puro. Esa inesperada curiosidad que surgió en nuestro país desde el lanzamiento de su álbum titulado México, tiene que ser prueba de alguna regla de oro de la mercadotecnia involuntaria.
Pero esa emoción que la gente todavía siente por asistir a un concierto, salir de noche o ir a una fiesta, no tiene precio. Por eso, las Crónicas de hoy tratan sobre la noche, los antros, los momentos que compartimos con los amigos y la amistad que nos une, a veces por menos tiempo del que quisiéramos, pero que recordamos para toda la vida.
GusGus visitó el DF por primera vez en 1997, cuando promovían su álbum Polydistortion. Se presentaron en el Hard Rock Live, que era un foro pequeño y estaba a reventar porque lo inusual de ese concierto era que se trataba de una banda nueva, elogiada en todo el mundo, visitando nuestro país en su momento de más fama. Una absoluta rareza en tiempos en que el público seguía deslumbrado por la visita de bandas consagradas, como resultado de años en que no nos visitaba ni nuestra abuela. Pero los que nos decíamos conocedores sufríamos por la sequía de bandas nuevas.
Tal vez por esa razón, todos estábamos ahí. Y no exagero cuando digo todos: Bandas de rock famosas, ejecutivos de disquera, celebridades, comunicadores, fiesteros… sin importar tu preferencia musical en esa época, estábamos ahí para ver a GusGus. Emocionados. Sedientos. Dabas un paso y te encontrabas a La Ley, dabas otro y estaban Plastilina Mosh, La Lupita o Fobia. Rockeros y ravers conviviendo con la nueva tendencia: la electrónica. Hagan memoria, ¿recuerdan cómo sonaban los discos de casi todas las bandas mexicanas entre 1997 y 1998? ¿No les extrañó su transformación?
Como les conté la semana pasada, para mis amigos y yo ir a una fiesta era una gran producción. Esa vez pasé la tarde en casa de Tobi planeando nuestro vestuario. Amigos llegaban y se iban y nosotros seguíamos decidiendo. Los que se quedaban se contagiaban con nuestro entusiasmo porque nos lo tomábamos muy en serio. Al final decidí que usaría algo inspirado en Kraftwerk, con el pelo engomado y un cierto look de uniforme, con una corbata que había mandado a adelgazar para que se viera como de los ochenta, porque no la encontrabas en tiendas y “nadie estaba usando algo así”.
En ese tiempo causar una impresión era importante para fiesteros como nosotros. Teníamos una reputación que cuidar. Yo me di cuenta de que nuestro trabajo había surtido efecto cuando los de Plastilina Mosh no dejaban de mirarnos. El espectáculo de GusGus también usó símbolos que remitían a la frialdad europea, sobre todo en el performance de Magnus Jonsson, uno de los miembros originales. Hubo una pieza experimental que evocaba actitudes fascistas y que fue de lo mejor del show, aunque todos se emocionaron con las canciones conocidas, como “Believe”. Por cierto, un par de meses después, Plastilina Mosh apareció en la portada de Eres y Alejandro Rosso también usó una corbata delgada.
Hace unos días me encontré por la calle a Mónica, una vieja amiga de las fiestas que diseñaba la imagen de famosos. Me dijo que estaba por traer a Patricia Field, la famosa estilista de Sex & the City, a una conferencia. Tenía años que no la veía porque estuvo viviendo en Nueva York, donde colaboró con gente como la Field. Pero en los noventa, Mónica hacía la imagen de Fobia, entre otros artistas, y recuerdo haberla visto en la segunda parte de Alcanzar Una Estrella, actuando como ella misma en esa telenovela que inventó a los Muñecos de Papel.
Cuando salíamos de fiesta nos moríamos de la risa con las historias que ella contaba de toda esa gente. En esos días era típico encontrarte a Paco Huidobro, Rubén Albarrán, Quique y Joselo Rangel, Michel Rojkind o hasta a Alejandra Guzmán en los mismos antros a los que íbamos. Yo recuerdo haber visto a la Guzmán en el Pervert Lounge y en el Medusas. Un amigo de Mónica nos contó que él estuvo en Café Tacvba muy al principio y que aún conservaba amistad con ellos porque su hermana fue novia de Rubén. Por eso decía que la banda consideró lanzar un sencillo con remixes de “El baile y el salón”, y que querían que la portada fuera una pareja gay… O al menos eso contaba.
Yo me confieso culpable de haber llevado a algunos actores a sus primeros raves. Conocí a Andrés Palacios y a Arath de la Torre cuando aún no eran famosos. En ese tiempo, una generación de estudiantes del CEA (Centro de Educación Artística) de Televisa vivió en un lugar que apodaron Melrose Place (¡original!) y donde se organizaban muy buenas fiestas donde veías a José María Yazpik, Rodrigo Oviedo, Eduardo Arroyuelo y otros estudiantes de actuación. Cuando Arath empezó a hacer preguntas sobre los raves, yo lo convencí de que fuéramos a uno.
Él y otros amigos vinieron conmigo a una fiesta en el Polyforum Siqueiros. No me pregunten, no sé por qué las autoridades soltaban lugares así para raves. Entre los personajes populares de las fiestas también había una chica que vendía smart drinks (bebidas de moda entre los ravers) y que al paso de los años se convirtió en una mujer muy conectada que lo mismo produce eventos, que publica entrevistas con gente importante o maneja relaciones públicas para algunos famosos. Tampoco me pregunten, no sé por qué. Arath me contó que ella estudiaba en el CEA, pero que la dieron de baja en los primeros recortes. Así de cruel era la escuela de Televisa con las aspirantes a actrices.
Debo reconocer que eso no la detuvo. Sigo sin saber exactamente qué es lo que hace pero hasta hoy me sigo encontrando su nombre en cualquier cosa. Por aquellos días incluso fue una de las modelos del video de “Si me Advertí”, de Zurdok, que realizó Fernando Eimbcke antes de convertirse en director de cine. De sus videos mi favorito, de hecho. Pero antes de todo eso Fernando también fue DJ, solo que de otro estilo…
Él era el responsable de la música en alguna de las tantas etapas del Bar Milán. Ese bar que nos gustaba a todos y que era una parada obligada en los noventa. Tenía muy buenas relaciones públicas porque Daniel Giménez Cacho era uno de los socios. Se empezó a comentar que Fernando Eimbcke era muy bueno como DJ de ritmos tropicales, pero solamente lo escuché una vez porque ya no fue en la época que yo frecuentaba ese bar.
Lo invité a tocar en una de las fiestas que Tobi y yo organizábamos en otro lugar. Fui a buscarlo al Milán con la confianza de haber coincidido varias veces con él y era un tipo muy amable. Esa vez llegué al bar y no había música, estaba completamente oscuro, salvo por unas cuantas veladoras. Fernando apareció en la penumbra tan sonriente como siempre y platicamos largo rato. Me contó que eso pasaba muy seguido, que se quedaban sin luz por un problema eléctrico de la cuadra…. Y como hay una escena similar en su película Temporada de Patos, porque trata sobre un día sin electricidad, supuse que Fernando tuvo muchas conversaciones así.
En fin, que esta era la gente que te podías encontrar en un concierto de GusGus en 1997, muy diferente a los que seguramente estuvieron ahora en 2015. Algunos conservamos la amistad, otros fueron amigos que solo duraron unos minutos. México ha cambiado mucho desde entonces y aunque hoy la gente es otra, en el fondo los mexicanos seguimos siendo iguales, para bien y para mal.
Yo entrevisté a GusGus en 1999, cuando promovían This Is Normal y Stephan Stephenson volvió al DF en plan de DJ. Mi último encuentro con ellos fue otra vez como público, durante el Corona Capital de 2014 y volví a bailarlos con ganas, 17 años después de su primera presentación en México.
Por cierto, ¿alguien ya les preguntó por qué le pusieron así a su último disco? Yo ya no. Mi deuda con GusGus está saldada.
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