Hay variedad en el cuarto redondo de los canadienses.
SAM VALDÉS LÓPEZ
Los fans de Arcade Fire son notoriamente aguerridos. Creo que sólo he visto esa pasión que a veces degenera en intolerancia en Dr. Who y Smashing Pumpkins. Como en esos casos, hay siempre una renuencia al cambio y a veces el fan primerizo sale corriendo a las colinas después de cinco minutos con un fan de hueso colorado.
Pero, ¿mal disco? No lo creo. The Suburbs me dejó un poco helado porque los momentos más interesantes del Neon Bible salieron por la ventana para ofrecer algo excesivamente lineal. No hay nada malo con hacer música “lineal”, pero si Arcade Fire es tan bueno con tangentes y agujetas mentales, ¿por qué hacer algo tan plano como la primera mitad de The Suburbs? Eso es harina de otro costal (caducidad: 2010), porque ahora, en este 2013, Reflektor tiene a un Arcade Fire más entretenido pero sin perder esa angularidad que le da un aspecto petulante e interesante a la banda.
Arcade Fire tiene colmillo; saben hacer algo que los satisface artísticamente y que les permitió entablar una apasionada comunicación con sus fans. ¿Qué no es eso lo que un artista desea? Su popularidad me hace entender que la gente sí quiere cosas diferentes y eso siempre es alentador. Debo aclarar que no soy fan, pero no odio a la banda; simplemente nunca me ha llenado y, sí, he comprado todos sus discos (proverbial curiosidad).
Lo que a mí me vende Reflektor es la presencia de James Murphy, quien con “All My Friends” demostró que una canción larguísima se te puede hacer breve si le das suficiente emoción y dinámica. Pues este esquemático se lo trajo de ultratumba (RIP LCD Soundsystem) y lo trabaja en la mayoría de las canciones de Reflektor, diciendo “fuera máscaras” en “We Exist” pero dejando a Arcade Fire encargarse de los cambios de ánimo súbitos, como se observa en la genial “Here Comes the Night Time”, que cambia de un inicio tribal hacia un ritmo caribeño que eventualmente regresa a un frenesí.
Estos cambios son habituales a lo largo de Reflektor y en algunos casos les funciona. En otros, la paciencia es puesta a prueba, como es el caso de la canción que cierra el primer disco (sí, es doble): “Joan of Arc”. La mejor manera de describir lo que sucede con ésta es compararla con “Cygnus… Vismund Cygnus”, de The Mars Volta: una canción brutal con un outro ambiental muy extenso que no estoy seguro de que a mucha gente le guste. Podemos decir que sirve como algo para limpiarse el paladar antes de entrarle al segundo disco de Reflektor, y vaya que es necesario.
No lo digo como algo malo, pero es vital acercarse al segundo disco con las orejas calibradas a otro estilo, ya que aquí se presta más a cosas electrónicas y ambientales, muy al estilo de lo que hizo David Bowie en Low, pero sin llegar a ser tan abstracto como el Thin White Duke. “Here Comes the Night II” se aleja de la guapachosa marcha que ofrece su contraparte en el primer disco, con una sensación más tranquila y hasta soñadora.
Apegada un poco a esto, “Awful Sound (Oh Eurydice)” le llega al ambiente pop setentero, hasta con los efectos en la batería cuando ésta sale al reflector. Como buen chavorruco, esto me place ampliamente. No es el único truco que se traen del pasado y logran que la canción sea cálida y memorable, sin perder ese sabor Arcade Fire que nunca se van a poder sacudir. Una joya de canción.
“It’s Never Over (Hey, Orpheus)” sigue la línea tirada por James Murphy, asemejándose a un emparedado de Arcade Fire con LCD Soundsystem. Al igual que la crema de cacahuate y la jalea de frambuesa, el resultado es mejor de lo que suena, atinándole a ese ambiente de pop ochentero bien trabajado que Arcade Fire ha mostrado en canciones como “Sprawl II” o “Haiti”.
“Porno” sigue este ritmo y antes de que uno piense que ya se les acabó el veinte, llega un poco de zapateo con “Afterlife”, que nos levanta el ritmo. Ya no son los Arcade Fire morosos, ahora se regodean en la algarabía electrónica que mantiene un poquito de tristeza en el fondo. Se anda discutiendo que muchas de las letras hacen referencia a un hartazgo con la fama y es algo de lo que muchas bandas han escrito (y sufrido). Si se consigue catarsis con música como esta, ¿qué mejor?
“Supersymmetry” es un caso parecido al de “Joan of Arc”, aunque tal vez aquí no saque tanto de onda el cambio a sonidos ambientales y trucos electrónicos, ya que la canción es más como un epílogo extendido. Quizá muchos le den stop antes de que los sonidos de una cinta rebobinándose terminen y es comprensible, aunque por ahí hay unas partes que valen la pena. Que no se diga que Arcade Fire no disfruta ser autoindulgente, porque eso no lo ocultan con estos momentos de experimentación.
Como dije, no soy fan de Arcade Fire, pero tampoco le tengo odio jarocho (ese lo reservo para Coldplay); simplemente nunca he encontrado una comunión entre su música y lo que yo busco. Reflektor tal vez les de algunos nuevos fans que se sientan atraídos por el nombre James Murphy, y que se queden por las facetas que ofrece la banda aquí. Otros tal vez encuentren un disco mejor que el otro; me atrevo a decir que el primero será más querido por los fans “vieja escuela” de la banda y éste por los que quieran ver a qué suena “Arcade Soundsystem”.
Lo que yo aprecio es que una banda no se quede rascándose la panza, y es que Reflektor me ofrece algo que The Suburbs jamás logró: variedad.
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